Capítulo 17

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Intenté controlar mi respiración mientras veía como los miembros de la tripulación cerraban las puertas. En principio, despegaríamos dentro de cinco minutos. Y si todo iba bien, llegaríamos a Alemania dentro de una hora y veinte minutos.

El miedo que sentía a valor había disminuido con el tiempo. Aun así, no podía evitar sentir una asfixiante sensación en el pecho los minutos previos al despegue. Era una emoción tan irracional como inevitable.

Asistiríamos al primer concierto en avión en vez de en bus. El cambio de planes me había tomado por sorpresa, pero no podía hacer nada para evitarlo. A fin de cuentas, ahora ese era mi trabajo y tenía que actuar con profesionalidad.

Miré a mi alrededor. Abby estaba junto a su marido. Emma yacía sentada entre ambos, con una evidente expresión de felicidad en el rostro. Por otro lado, Royce, Mia, Summer y Marc estaban en los asientos posteriores de la cabina jugando a un juego de cartas. Me habían pedido si quería unirme a la partida, pero sabía que no sería capaz de pensar con claridad en cuanto nos pusiéramos en marcha y no quería preocuparlos.

Tras apagar el móvil, me levanté del asiento y me dirigí al baño. La puerta se abrió justo cuando estaba a punto de poner la mano en el pomo. Los electrizantes ojos de Ben me contemplaron fijamente desde el otro lado. Se me contrajo el estómago e intenté tragar saliva. Me sentí diminuta bajo su escrutinio.

— ¿Te encuentras bien? — quiso saber sin dejar de escrutarme.

Odié que fuera capaz de leer la angustia en mis facciones, que conociera mis debilidades como la palma de su mano.

Carraspeé antes de contestar. Tenía la boca completamente seca.

—Perfectamente.

Le hice un gesto con la barbilla y se apartó de mi camino sin dejar de mirarme, poco convencido. Nuestros brazos se rozaron y lo vi entreabrir los labios por el rabillo del ojo, quizás con la intención de desarmarme con su retórica. Por ese motivo le cerré la puerta en las narices. Había conseguido que volviera a sentirme vulnerable en su presencia. Me asustaba lo fácil que le había resultado adentrarse en mi cabeza. Lo mejor era que mantuviera las distancias.

Una vez a solas, me apoyé en la pica. El reflejo me devolvió la imagen de una versión desmejorada de mí misma. Las ojeras enmarcaban mis ojos y estaba bastante pálida. La noche anterior apenas había pegado ojo pensado en que hoy tenía que volar. Además, el primer concierto se llevaría a cabo en menos de veinticuatro horas y estaba de los nervios.

Tras cerrar los ojos y hacer un par de respiraciones profundas, me eché agua fría en la cara y en la nuca. Recordé las pautas que me había dado Paula para afrontar aquel tipo de situaciones. Me había estado informando y las probabilidades de que el avión se estrellara eran de una entre 2,52 millones. Era casi imposible que aquello pasara.

Saqué un frasco de tranquilizantes del bolsillo de mis pantalones y me metí dos en la boca. A continuación, regresé a mi asiento y miré a través de la ventana. Estaba cayendo una tormenta del copón. Aquello no podía ser una buena señal, y que fuera de noche no me ayudaba a mantener la calma.

Me sobresalté cuando vi una silueta tomar asiento delante de mí. El afable semblante de Jake entró en mi campo visual. Un gorro de lana negro y con la bandera de Alemania en el centro cubría su cabeza.

— ¿Preparada para el primer asalto? — preguntó, usando el mismo tono meloso que había empapado sus palabras las últimas veces que se había dirigido a mí.

—No puedo esperar.

Su expresión transmitía calidad y armonía. En una situación normal, su entusiasmo hubiera resultado contagioso. Pero, en esa ocasión tan solo pude corresponderlo con una sonrisa de fingida tranquilidad.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora