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~DECCAN MARTIN

¿Sería una excusa muy estúpida?

Por supuesto que lo era. Ya lo sabía.

Decirle que pasé solo para dejarle una invitación al cumpleaños de mi hermano nunca me pareció una excusa suficientemente buena para ir a su casa. Era pésima, sin duda. Nadie se encargaba de ir personalmente hasta la casa de alguien a llevarle la invitación de una fiesta que no era propia. Aún menos cuando podía enviarla solo con su amiga o por correo como era típico. Para confirmar de una vez que era una pésima excusa, a nadie se le ocurriría llevar una invitación a una de las personas encargadas de la decoración de la fiesta. Era su responsabilidad estar ahí.

Sí, la excusa era una real basura. Sin embargo, valdría la pena. Bell era... especial, muy especial.

La primera vez que la vi, cuando entré en aquella tienda buscando flores para la hija del nuevo socio de mi padre, ni siquiera llamó mi atención. Había tenido que regresar de mis vacaciones con River con antelación para acudir a esta recepción, el avión se había retrasado para despegar; por lo que llegué más tarde de lo esperado a la ciudad. Me encontraba agotado, mis ganas de acudir a un lugar lleno de personas eran nulas. Como si fuese poco, mi padre me había encargado llevarle un presente a la hija de su socio.

No se me ocurrió nada que regalarle a alguien que lo tenía todo. Tampoco me tomé mucho tiempo para pensar en ello. Para facilitar el trabajo entré a su perfil de Instagram. Allí encontré un post en una florería. En la foto sonreía mirando las flores que se encontraban dispuestas en la fachada del local, y en la descripción recomendaba el negocio. Sin querer seguir perdiendo el tiempo, ya que no tenía mucho, me dirigí allí. A La florería Roux.

Entre el conjunto de situaciones que me llevaron a estar allí y su expresión de no haber deseado levantarse de la cama en la mañana, ni siquiera despertar, nuestro primer encuentro no prometía ser satisfactorio para ninguno. Su cabello castaño, bastante claro, salvajemente despeinado, como si hubiese mantenido una acalorada pelea con un gato minutos antes. Para su fortuna, su melena era lacia. Aquella ropa llena de flores que la hacia parecer parte de la decoración del lugar.

En fin, una chica sencilla. Sinceramente, no era el tipo al que estaba acostumbrado a frecuentar.

No obstante, luego de un diálogo, tuve que reconocer (ante mí mismo) que ella tenía algo especial. Un carácter bastante fuerte contenido en una persona delgada y pequeña, expresado con una voz tan dulce que era casi imposible tomarla en serio. Su rostro aniñado no la ayudaba tampoco.

Pensé que no la vería más, pero coincidimos una hora más tarde y, siendo sincero, internamente me emocionó verla allí. Me pareció divertido tener un poco más de lo que había obtenido en la florería, así que no dudé en activar mi lado coqueto.

Cada vez que coincidíamos su simplicidad me parecía más atractiva. No me preocupó, tanto coexistir tenía que resultar en algo así. Además, nunca le tuve miedo a querer a nadie.

Aún no la conocía en lo absoluto, lo sabía, lo tenía claro. No tenía idea sobre eran sus sueños, o lo que le había roto su corazón convirtiéndolo en polvo, nunca habíamos hablado sobre que la apasionaba; aunque tenía una idea sobre ambas cosas, no sabía que la hacía reír o llorar a ciencia cierta, ni como fue su infancia, que clase de música le gustaba o que siempre desea comer.

Pero últimamente tenía ganas de saberlo. Tenía ganas de saber de ella.

—¿Esa es Bell? —Musité hablando con...con el aire, conmigo mismo.

Arrastraba dos grandes maletas hasta la puerta de su casa con algo de dificultad.

¿Había viajado y regresado en menos de 24 horas? Porque ayer en la mañana estábamos en el gimnasio.

Un chico amante a las flores [✓]©Where stories live. Discover now