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~BELL ROUX

—Esta no es tu habitación ¿Cómo conseguiste eso? —señaló la tarjeta que sostenía entre mis manos sin apartarse de mi. La solté.

Coloqué mis manos a cada lado de mi cuerpo, agarrando el borde del respaldo del sofá, tomé un impulso y terminé sentada sobre este.

—Eso es...inesperado —musitó Deccan ubicándose entre mis piernas.

Al sentirlo tan cerca, y sentirme tan indefensa, mis músculos se volvieron rígidos.

—Esto no es lo que... —dije.

Opté por no terminar la frase y continuar con lo que había pensado. Deshice mi agarre dejándome caer hacia atrás, dando una voltereta y cayendo en el suelo de una forma bastante incómoda.

—Auch —Me quejé aún acostada en el suelo.

—Eso fue radical —comentó Deccan saltando con agilidad para terminar sentado sobre el sofá, delante de mí —. Solo debías decirme que me apartara.

Levanté la vista.

—¿Es que no tienes vergüenza?¡Cúbrete! —chillé sentándome en el suelo y tapando mis ojos.

—Tienes dieciocho años, no creo que tus ojos sean vírgenes —se burló poniéndose de pie, dando una mejor vista de sus abdominales medianamente marcados y su calzón blanco —.¡Hey!

Si no hubiese llamado mi atención, nunca me hubiera percatado de que lo miraba a través de mis dedos, incluso, ladeando la cabeza.

—¿A qué te refieres? Con lo de vírgenes, digo —Resoplé intentando disimular lo mucho que me apenaba que él me hubiese descubierto.

—Pues...a que estamos en el siglo XXI, tienes que haber visto porno alguna vez —soltó.

En un salto volvía a estar en pie.

—¡Por supuesto...! Digo ¡Por supuesto que no! —hice una mueca de asco y negué con la cabeza como si eso fuese algo inimaginable para mí. Mientras tanto pasaban por mi cabeza imágenes de Luce y yo en su habitación, o en la mía, escondidas bajo las sábanas viendo video sexuales, con bastante atención.

—No te esfuerces en mentir, no te creo —escupió alejándose de mí.

Y vaya panorama que dejó a la vista.

—Puedes tocar —lo escuché decir en el momento que entraba a una de las puertas del lado izquierdo —. Bueno. Mirar esta bien, tocar sería avaricia.

No respondí, solo suspire con alivio sintiendo como la tensión de mi cuerpo disminuía. Deccan me ponía intranquila hasta sin proponérselo. Le di la espalada a la puerta por donde se perdió segundos antes y me relajé en un gran sillón, sin pararme a pensar en el gran desorden sobre el.

Error. Grandísimo error. El sonido de un cartón siendo aplastado de golpe, y una humedad extendiéndose por mi trasero,  indicaron que fue un gran error no detenerme a mirar. Apreté mis dientes enojada. Me aparté de a poco, conteniendo mis ganas de destrozar el lugar. Aún más de lo que estaba. Retiré una playera que también parecía haberse dañado y, ahí debajo, encontré un vaso de cartón aplastado. Contenía un líquido marrón que de inmediato identifiqué como café por el olor, y que había vuelto marrones las flores beige de mi vestido verde.

—Perfecto —espeté y reí de una forma no muy normal.

—¿Qué te...? —me volteé de inmediato al escuchar la voz de Deccan. Llevaba su cara pintada con crema de depilar.

—Nada... realmente nada importante —contesté cubriendo el lugar dañado con mis manos.

—¿En serio? Parece que te... —no pudo terminar la frase porque estalló en carcajadas, incluso tuvo que apoyarse en un mueble en tanto se retorcía de la risa.

Un chico amante a las flores [✓]©Where stories live. Discover now