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~BELL ROUX:

Deccan se detuvo cuando solo había dado un paso para llegar hasta mí. La mano que tenía en el aire se cerró de a poco convirtiéndose en un puño y su rostro era una súplica para que lo dejara explicar.

—No es eso.

No pude evitar sonreír con alivio al escuchar eso. Me dispuse a depositar la carta en lugar donde estaba.

—O sí —me detuve drásticamente —. Es eso, pero aún no es definitivo.

Me contuve con todas mis fuerzas para no abrir la carta, invadir su privacidad, y ser alguien que no quería ser. Avancé en su dirección y la deposité con brusquedad en su pecho.

—¿Qué cosa "aún no es definitivo", Deccan? ¿Pensabas decírmelo? —espeté con molestia.

—Claro...

—¿Antes o después de que viésemos la película? —lo interrumpí —. Supongo que no considerabas muy importante el hecho de que esto se vaya a acabar.

—Bell...

—No. Yo no me encariño con nadie, y cuando lo hago lo doy todo y me sale mal —alcé mi vista al techo para espantar las lágrimas —. ¿Sabes qué Deccan? Disfruta tu viaje.

—¡No! —me agarró de la mano —. Por Dios no, déjame hablar ¿Puedes?

Tensa de cabeza a pies asentí.

Estaba molesta, rabiosa, pero si había una explicación razonable para esto quería escucharla, quería una buena razón para no marcharme. Uno siempre espera eso.

—¿Podemos pasar a la habitación? O ¿Tenemos que conversar aquí parados?

Abrió la puerta y... Wow.

Olía muy bien, a incienso de chocolate.

Habían alrededor de diez ramos de rosas rojas apilados sobre una silla. Algunos eran solo tallos sin capullos para estas alturas, los pétalos yacían esparcidos en el suelo tomando una forma incompleta, y esparcidos sobre la cama. Gruesas velas se encontraban por toda la habitación, apagadas.

Se veía bien, aunque un poco desordenada.

—Pensé que veríamos una película —Lo miré arqueando una ceja.

—Eso tenía pensado —aseguró cerrando la puerta tras nosotros —. Solo no pensé que llegarías tan temprano y pensaba pedirte que te quedaras a dormir.

Abrió el sobre y me entregó un papel.

—Me llegó hace semanas. Cuando aún no pasaba nada entre nosotros —contó tomando asiento en la cama—. Es el regalo de mi padre por mis notas en la universidad, hacerme cargo con supervisión de un hotel en esa ciudad. Pensé en aceptar de inmediato, pero mi propio padre me dijo que lo pensara bien. No tenía que hacerlo, yo en serio quería eso, así que solo lo tiré a un rincón hasta que llegara un día cercano al fin del verano. Pero... ya no quiero. Vaya, si quiero ese cargo, me he esforzado mucho por conseguirlo. Pero tendría que dejar atrás todo, incluso a ti. No quiero eso. No quiero dejarte.

—Entonces ¿No irás?

—Aún no estoy seguro. Me he esforzado mucho para que mi padre me crea capaz de esto.

Me sentiría una egoísta si permitía que se quedara por mí y, aunque también me sentaría fatal que se fuese, eso hacías con las personas que querías, los impulsas a cumplir sus metas.

—Ve —musité resignada. Volteé a mirar la que hubiese resultado una romántica decoración —. Ya entiendo el motivo de todo esto. Me ibas a contar, esto era una disculpa.

—Esto no es una disculpa —acunó mi rostro con una de sus manos —. Sí te iba a contar, pero todo esto era para hacerte una pregunta.

—¿Cuál?

—¿Te vienes a esa ciudad conmigo, florecita?

FIN

Un chico amante a las flores [✓]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora