Capítulo 5: El fantasma del orfanato

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Capítulo 5 – El fantasma del orfanato



Desperté unas horas después, con la luz de la mañana colándose a través de los grandes ventanales de la torre. Al abrir los ojos me descubrí tumbado sobre el mismo camastro polvoriento que había usado años atrás, con la campana oxidada del campanario colgando sobre mi cabeza a varios metros de altura.

Perfecta para morir aplastado si se desprendía.

Tyara había intentado mantener mi ático bohemio en buen estado, pero el paso del tiempo era una bestia demasiado violenta como para detenerla fácilmente. Los tablones estaban cubiertos por una suave capa de polvo, al igual que la mesa y la caja que utilizaba de armario; la madera de las paredes hinchada y quebradiza y el suelo lleno de burbujas de aire. El resto de los objetos y pertenencias estaban como los había dejado, los carteles de las paredes tan descoloridos como antes, o puede que incluso más, la radio inutilizada (lógico teniendo en cuenta que le había arrancado el cable durante cierto arrebato), y el espejo roto. Sin duda, un descorazonador escenario para alguien que no necesitaba más que mirar a su alrededor para comprender que aquella etapa no había sido ni la más cuerda ni feliz de su vida.

Pero a pesar del abandono y la suciedad, había podido dormir en paz. En parte por el cansancio, pero sobre todo por las decenas de frases que Tyara me había dejado en las paredes, conocedora de que tarde o temprano volvería. Palabras cargadas de cariño, amistad y amor que en días tan oscuros como aquellos lograron devolverme la vitalidad.

—Tranquila, te voy a encontrar —le dije.

Una ducha no me habría ido mal, pero dadas las circunstancias me conformé con asearme un poco en el riachuelo que pasaba junto a la iglesia. Podría haber vuelto a la casa de Tyara y aprovechar las comodidades de su baño y su cocina, pero no quería regresar por el momento. Tenía las emociones alteradas. Además, seguía cabreado. Por muchas explicaciones que me diesen, jamás podría entender que no hubiesen salido a buscarla.

Así pues, tras asearme un poco y coger un bocadillo en uno de los puestos de comida ambulante, me encaminé hacia la zona norte de Las Rosas, donde tras un alto muro se alzaba el edificio gris que era el orfanato. Un imponente bloque de hormigón pagado del bolsillo de la propia Virginia Byron donde se habían criado decenas de niños.




No había visitado aquel lugar en demasiadas ocasiones. A pesar de ser el centro neurálgico de la familia Byron, había preferido mantenerme alejado, temiendo entrometerme donde no me llamaban. Tyara insistía en que la acompañase y conociese a los niños, pero salvo en un par de ocasiones, nunca logró convencerme. Había visto tanta miseria y tanto huérfano en Umbria tras la llegada de los Voivodas que prefería no seguir contaminándome.

Además, eran una distracción y ya tenía suficiente con ella como para complicarme más la existencia.

Lamentablemente, aquel día no pude escapar. Sabía que aquel lugar albergaba una de las grandes claves y no tuve más remedio que acudir a él en busca de todas las respuestas posibles.

Para mi sorpresa, no fui el primero en tener aquella misma idea.

—Buenos días, Lobo —me saludó Thomas desde el vestíbulo de entrada.

Me sorprendió su presencia allí hasta cierto punto. Ambos queríamos ver las imágenes de lo ocurrido durante la desaparición de Mario y la clave estaba en las cámaras del orfanato.

—Buenos días —respondí—. ¿Y Cat?

—Se ha quedado en casa de los Byron —explicó sin apartar la mirada de la joven secretaria que aguardaba al otro lado del mostrador y que con tanto secretismo hablaba por teléfono. De vez en cuando miraba al policía, probablemente trasladándole su petición a quien fuera que estuviese al otro lado de la línea—. Esta madrugada volví a hablar con Virginia, después de que te fueras. Catarina dormía, Jeremy había salido y yo estaba despierto, así que aproveché.

LoboWhere stories live. Discover now