Capítulo 8: Las mentiras

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Filis 2022



Capítulo 8: Las mentiras



Tras aguardar la llegada de la policía y asistir con crudeza al levantamiento del cadáver, Thomas, Cat y yo volvimos a Lycaenum, en cuyo corazón, junto a la plaza del mercado, se encontraba la comisaría del pueblo. Se trataba de un edificio de piedra muy espacioso con dos plantas en cuyo interior trabajaban varios agentes de aspecto poco profesional. Entre lo gordos y oxidados que estaban, costaba creer que pudiesen hacer nada a parte de rellenar expedientes. Por suerte para ellos, Lycaenum era un pueblo muy pequeño y teóricamente tranquilo, por lo que no se veían obligados a actuar en demasiadas ocasiones. Además, las pocas veces que les llamaban ya era tarde: o el robo se había perpetuado o el cadáver ya había aparecido.

—¿Entonces no es el primer caso? —escuché que preguntaba Thomas con perplejidad.

La placa de Thomas nos permitió quedarnos en la comisaría. Tras un interrogatorio inicial llevado a cabo por uno de los policías que había acudido al lago, un tal Anselmo, el comisario al mando nos había pedido que nos retirásemos y les dejásemos trabajar. Se creían que éramos mirones, o algo peor. Y bueno, aunque no era exactamente así, lo cierto era que queríamos saber qué había pasado. Afortunadamente, a base de placa y labia, Thomas consiguió información sobre lo que estaba pasando. Con la excusa de querer ayudar, Blue parecía haberse ganado la confianza del comisario Lluís Meira.

Al menos en apariencia, vaya.

La verdad era que el cabrón era bueno.

Era muy bueno.

Así pues, mientras él hablaba con Meira, Cat y yo intentábamos entrar en calor en un rincón de la planta baja. Yo seguía con la ropa y el pelo empapados, pero al menos me habían dado una toalla con la que secarme. Algo era algo.

—Si quieres puedo ir al coche a por una muda seca, Lucian —propuso Cat por tercera vez en la última media hora.

Llevábamos cerca de dos horas en la comisaría y había salido su lado maternal. Esa faceta protectora suya que no soportaba verme tiritar de frío.

—Ya te he dicho que no —insistí. Por absurdo que pareciese, incluso estando de día en un pueblo lleno de gente, temía que ella también pudiese perderse—. Puedo aguantar un poco más, de veras. Además, he visto que hay una pensión aquí al lado: tan pronto salgamos, nos acercaremos, y...

—Pero Lucian...

—Son demasiados casos, ¿no le parece, comisario? —escuché decir a Thomas de repente, en el otro extremo de la planta—. Creo que es un tema realmente preocupante. ¿Y qué dicen las autopsias? ¿Todos siguen el mismo patrón?

El comisario hablaba tan bajo que apenas lograba escuchar. De hecho, creo que ni tan siquiera el propio Thomas le oía. Por contra, era un hombre muy expresivo. Con sus más de sesenta años a cuestas, una barriga imponente y el cabello ralo totalmente blanco, no había emoción que su rostro mofletudo no reflejara. Y en aquel preciso instante, a pesar de que la distancia y la pared de cristal me complicaba la visión, no me cabía la menor duda de que estaba muy incómodo ante las preguntas de Thomas.

—Es tan extraño, comisario, hablamos entonces de casualidades —prosiguió Thomas tras escuchar su respuesta—. Sinceramente, creo que, si no lo han hecho ya, que doy por sentado que sí, deberían elevar el caso a la jefatura de... sí, sí, lo sé, no dudo de su capacidad, pero... ¿pueblo libre? ¿A qué se refiere con eso?

LoboWhere stories live. Discover now