Capítulo 19: Perdido en la niebla

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Capítulo 19: Perdido en la niebla



—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Thomas?

—¡No lo sé! ¡Te juro que no lo sé! De repente empezó a decir cosas muy raras. Estábamos hablando, y...

—¿De qué hablabais?

La lluvia caía con violencia sobre nuestras cabezas mientras los bancos de niebla a nuestro alrededor se volvían cada vez más densos. Costaba ver nada más allá de un par de metros de distancia. Además, el entorno era diferente. No sabría decir por qué lo sabía, pero lo notaba. La montaña había cambiado con la llegada de la tormenta. En la lejanía los lobos aullaban, el aleteo de los cuervos sacudía el cielo, el viento arrastraba los aullidos del bosque...

Y el nombre de Beatrix.

Cientos de voces gritaban el nombre de la anciana. Voces que se colaban en nuestra mente y la envenenaban, llenándola de miedo.

De terror.

Era estremecedor.

—Dios mío, ¿qué está pasando? —preguntó Tyara, saliendo de la tienda. Miró a su alrededor con confusión y acudió a nuestro encuentro—. ¿Estás bien, Cat?

Mi hermana se secó las gotas de agua que le recorrían la cara. Puede que fueran lágrimas, no lo sé, estaba muy alterada. No quería mostrarlo abiertamente, pero el comportamiento de Thomas la había asustado. Pero ¿por qué? ¿Qué podría haber hecho que Thomas se comportase de tal forma? Aquel cambio de humor, aquel repentino arrebato de escapar en mitad de la noche...

Alcé la mirada instintivamente hacia el cielo, ahora tan plomizo como cuanto nos rodeaba, y recordé su extraña petición. Mierda.

—Me dijo que le atase a un árbol si llovía —murmuré—. Joder, me lo pidió...

—¿Qué le atases a un árbol? —repitió Cat con confusión—. ¿Qué chorrada es esa? Aunque bueno, recuerdo que en el hotel... —Antes de seguir hablando y probablemente sembrar el caos, optó por cortar su discurso de raíz. Ya habría tiempo para discutirlo—. Sea como fuera, no estaba bien, decía cosas muy extrañas. Intenté impedir que saliera, pero me empujó y me dijo que le dejase en paz... que no le siguiese o me mataría. Estaba fuera de sí.

—¿Te amenazó con matarte? —preguntó Tyara con los ojos muy abiertos—. ¡Dios, no era él, está claro! No hace falta conocerle demasiado para saberlo. Es este lugar... es...

Tyara alzó la mirada justo cuando una ráfaga de viento volvió a sacudirnos, arrastrando consigo el graznido de cientos de cuervos y el aullido de los lobos...

Y también el nombre de su señora.

Beatrix resonó por toda la montaña.

Beatrix resonó en nuestras mentes.

Beatrix, dijimos los tres a la vez en apenas un susurro.

Beatrix.

Nos miramos los unos a los otros, sintiendo el miedo calar en lo más profundo de nuestro ser, y comprendí que quizás no nos habíamos equivocado de coordenadas.

Tommy...

Volví a la tienda y saqué la pistola de la mochila. Inmediatamente después, ordenando a Tyara y a Cat que se quedasen en el campamento, me adentré en la tormenta, convencido de que si no encontraba a Thomas pronto lo perdería a él también. Que se esfumaría como Mario, algo que no lo iba a permitir.

Grité su nombre y, metro a metro, sin saber hacia dónde me dirigía, avancé por la cima de la montaña. Un lugar que, aunque horas atrás había estado yermo y cubierto de nieve, ahora se mostraba como un gran bosque cuyo suelo de tierra y barro estaba cubierto por cientos de huellas humanas.

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