Capítulo 12: La marca de la bestia

223 24 20
                                    

Capítulo 12: La marca de la bestia



Aquella mañana había gente en la calle curioseando. Chicos de no más de quince o dieciséis años que, tan pronto me uní a mis compañeras en la entrada de la comisaría, se fijaron en mí. No parecían querer intervenir, pero su pasividad nos era de gran ayuda. Marc Gadot no quería que nuestra presencia allí despertase más interés del que ya estaba suscitando, así que optó trasladar nuestra conversación a la segunda planta de la comisaría, allí donde tenía uno de sus despachos. El oficial estaba en el ayuntamiento, en la plaza del mercado, pero dado que pasaba bastante tiempo en la comisaría, supongo que escondiendo cadáveres, allí tenía otro de menor tamaño.

Y fue precisamente allí donde todos volvimos a reunirnos. Tyara, Cat y yo le seguimos hasta una elegante sala de paredes y techo de madera, con las estanterías repletas de libros y el escritorio reluciente, donde Thomas ya nos esperaba de pie, junto a la ventana. Minutos antes el propio comisario le había pedido que subiera, asegurando que allí recibiría respuesta a las preguntas que estaba formulando, pero no le había indicado de boca de quién.

Gadot era la respuesta.

Thomas nos recibió con un ligero asentimiento de cabeza. Seguidamente, sin variar un ápice la expresión gélida de su rostro, saludó al alcalde cuando él le llamó por su nombre. Curiosamente, antes de acabar a gritos habían tenido tiempo para presentarse y Gadot había memorizado su nombre. Un detalle llamativo, pero lógico teniendo en cuenta que era un policía.

Tomamos asiento alrededor del escritorio.

—Sospecho que su visita se va a alargar más de lo que probablemente todos quisiéramos —empezó Gadot, con una sonrisa amable en el rostro—, por lo que creo que es hora de acercar posturas. Este enfrentamiento no nos lleva a nada.

—Coincido con ello —le secundó Thomas—. Aunque si somos sinceros, no lo empecé yo precisamente.

Gadot forzó aún más la sonrisa. Demasiado para mi gusto: empezaba a ser siniestro.

—Buena forma de empezar.

El alcalde trataba de sonar simpático, pero tenía el rostro crispado. Nuestra presencia le molestaba mucho más de lo que jamás admitiría, y no podía disimularlo. Personalmente no me importaba, dudaba que pudiese hacer nada para mejorar su imagen, pero siempre era de agradecer el intento de negociación. Todo un detalle.

Cat le estrechó la mano. Tyara, sin embargo, ni tan siquiera hizo el intento.

—A mí ya me conoce —dijo en tono seco—, pero por si se ha olvidado, soy Tyara. Tyara Vespasian, la profesora de Mario Giordano, el niño que ha desaparecido.

—La recuerdo, señorita Vespasian, por supuesto —aseguró el alcalde, retirando la mano. Si le había ofendido, lo disimulaba bien—. De hecho, pensé en usted hace un par de días: creía que había abandonado el pueblo.

Una sonrisa sarcástica estalló en los labios de Tyara.

—¡En absoluto! Desoyendo sus consejos, decidí adentrarme en el bosque para seguir el rastro de Beatrix, pero me perdí.

Clara y directa. Tyara ni tan siquiera nos dio opción a seguir presentándonos: tenía una espina clavada y no dudó en mostrar abiertamente su enfado. Lógico, por otro lado. Teniendo en cuenta la cantidad de almas que se habían perdido en aquel paraje, era comprensible que estuviese aún asustada.

—Se lo dije —se lamentó Gadot, estrechándonos la mano a Thomas y a mí sin prestarnos apenas atención. Solo tenía ojos para la profesora—. El bosque es peligroso, señorita.

LoboWhere stories live. Discover now