Capítulo 25: La muerte de Lycaenum

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Capítulo 25 – La muerte de Lycaenum




Lycaenum murió aquella noche. Con la caída de su líder, las bestias a su servicio quedaron bajo el mando de Beatrix, cuya sed de venganza arrastró a una vorágine de destrucción la población. Me gustaría pensar que lo hizo por voluntad propia y no porque así lo había pedido antes de morir, pero aquello era algo que nunca supe. La única verdad fue que, media hora después de mi desaparición en el Lago Rojo, las bestias enloquecieron e iniciaron un brutal ataque contra la población de Lycaenum. Miles de animales surgieron del bosque para irrumpir en el pueblo maldito con un único objetivo: acabar con la vida de sus habitantes.

Pero no lo hicieron solos: la bruja también participó.

Ardieron edificios.

Temblaron las tierras.

Se desató una tormenta eléctrica.

Las aguas del río se tiñeron de sangre...

Y aquella noche, los dos lagos lucieron con orgullo el mismo nombre.

Aquella noche, con el Pacto disuelto, la locura se apoderó de aquel lugar maldito, destruyéndolo desde sus cimientos para, con suerte, darle una segunda oportunidad.

Pero, aunque murieron todos los adultos, Beatrix perdonó la vida de los niños. Todas aquellas almas puras e inocentes que no eran culpables de lo que habían hecho sus padres sobrevivieron a un ataque que marcaría para siempre sus vidas.

Ahora estaban solos y abandonados, perdidos en un océano de muerte y destrucción que, a partir de entonces, cambiaría el rumbo de Lycaenum y sus supervivientes.

Sus únicos treinta supervivientes.

Para cuando logré regresar, agotado y aturdido por el poder abismal que se había apoderado de la montaña con la muerte del Señor del Bosque, todo había cambiado. Lycaenum era poco más que una hoguera que iluminaba la noche de su renacer.

Y mi hermana estaba en esa noche, y Thomas y Tyara, pero también Beatrix. Todos ellos estaban aún junto a la orilla del lago, donde en el suelo yacían los dos niños que mi intervención y la magia de Tyara había salvado en el último instante.

El cansancio los había arrastrado a un sueño profundo del que despertarían renovados y sin recuerdos de lo sucedido.

Todo dependía de Tyara.

—Devuélveme a Mario —escuché que le exigía a la bruja cuando llegué.

Con el rostro visiblemente cansado y la ropa aún más manchada de sangre si cabe, Tyara se enfrentaba a Beatrix con determinación, decidida a no dejarse llevar por el pánico ahora que la bruja mostraba su auténtico rostro.

Unos metros por detrás, Thomas y Cat comprobaban el estado de varios de los cadáveres. Marc Gadot, entre ellos, yacía junto al lago, con la piel arrancada a tiras y los ojos prácticamente fueras de las órbitas. Había intentado defenderse del ataque de los lobos, pero no había podido hacer nada para evitar su trágico desenlace. A la orden de la bruja, una docena de ellos había saltado sin piedad sobre él.

—Mario está en casa —respondió Beatrix con determinación, con los ojos clavados en Tyara—. Y tú también. ¿Deseas estar con él? Vuelve con él entonces: regresa a Lycaenum.

—¿A casa? —replicó ella—. ¡Esta no es mi casa!

—¿Estás segura? —La voz de la bruja resonó por todo el lago. Entrecerró los ojos, dedicándole una última mirada a Tyara, y se volvió hacia mí. Sentí un escalofrío al sentir su atención fija en mí—. Y el lobo vuelve con su manada... Lycaenum llevaba siglos bebiendo de la sangre del Señor del Bosque: alimentándose de su alma y de su poder. Ella impuso un nuevo Pacto, pero siempre estuvo ciega. No quiso ver la realidad.

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