Capítulo 9: En las profundidades de su alma

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Capítulo 9: En las profundidades de su alma



Me quedé mudo. Escuchar su nombre en boca de aquel chico logró no solo provocarme un vuelco en el corazón, sino también alimentar una esperanza que rápidamente se materializó en nervios. No podía ser casual.

—¿Conoces a Tyara Vespasian? —preguntó Thomas con rapidez, endureciendo la expresión. Inmediatamente después, se puso en pie y sacó su placa de policía—. Muchacho, tu colaboración puede ser clave en una operación policial, por lo que necesitamos que seas lo más sincero posible. Conoces a Tyara Vespasian, ¿sí o no?

El cambio de tono de Thomas logró intimidar al chico unos segundos. El tiempo suficiente para que la mujer de la cocina, que resultó ser su madre, se uniese también a la conversación. Lo había escuchado todo desde la barra, y si bien hasta entonces había preferido mantener los labios sellados, la mención del término "policía" la había sacado de su refugio.

—La conocemos, sí —anunció, adelantándose a su hijo—. Philippe y yo la hemos atendido. Hacía tiempo que no teníamos ningún cliente que se hospedase durante más de un día, así que es fácil recordarla. Además, es una mujer encantadora, ¿ha cometido algún delito?

—En absoluto —aseguró Thomas, dedicándole una sonrisa cálida—. Tyara es encantadora, coincidimos con ello, y es precisamente por ello por lo que estamos aquí: la estamos buscando. Se notificó su desaparición hace cinco días.

—¿Cinco días? —se sorprendió Philippe.

Madre e hijo se miraron, pensativos. Por el modo en el que él frunció el ceño, supuse que debía estar haciendo cálculos.

—Puede ser —admitió la cocinera—. Hace ya días que no aparece. Philippe, ¿por qué no miras en su cuenta? Tendrás apuntada la última cena.

—Ahora lo miro —respondió—. La verdad es que me ha extrañado que no apareciese en los últimos días. De hecho, llegué a pensar que se había ido sin recoger sus cosas. Era raro, pagó un adelanto nada más llegar de una semana, pero pensé que quizás le había surgido algún imprevisto y había tenido que irse de repente. Era una mujer misteriosa.

El corazón empezó a latirme con mucha fuerza en el pecho. Tenía la cabeza embotada por el constipado y los oídos taponados, pero incluso así no perdía detalle. El saber que Tyara había estado durmiendo y cenando en aquel mismo establecimiento menos de una semana atrás me daba mucha energía.

Me daba la vida, de hecho.

Apuré el café de un sorbo y me puse en pie, para acercarme.

—¿Entonces están sus cosas aquí aún? —pregunté, conocedor de su respuesta—. ¿Podríamos verlas? Es importante, quizás hallemos alguna pista de a dónde se ha dirigido.

Madre e hijo volvieron a mirarse, incómodos ante la pregunta. Acto seguido, al leer la duda en sus rostros, Thomas volvió a alzar la placa identificativa.

—Sí, supongo que sí —cedió la mujer—. Nosotros siempre colaboramos con la policía, por supuesto. Ahora y siempre, las habladurías son falsas.

—¿Habladurías? —inquirió Cat con curiosidad—. ¿Qué habladurías?

—Todo lo que les puedan decir de nosotros en Lycaenum —sentenció Philippe con rabia—. Absolutamente todo... esperen, voy a comprobar la fecha de la última cena. Tardaré solo unos minutos.

Michelle Ganerd, la madre de Philippe, aprovechó la marcha de su hijo para presentarse y darnos algo más de detalle. Al parecer, el negocio de los Ganerd no estaba pasando por su mejor momento, y en gran parte era por culpa de Marc Gadot. El alcalde de Lycaenum, furioso por haber dado cobijo a algunos viajeros incómodos, había decidido dar la espalda al motel y a todo aquel que hiciera uso de él.

LoboWhere stories live. Discover now