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Se suele pensar que la vida de toda señorita decente de la alta sociedad es sencilla. Únicamente se debe obedecer. Y eso es exactamente lo que llevo haciendo toda mi vida, aunque quizá las ordenes que yo cumplo no sean exactamente las mismas que las que cumple el resto de jóvenes.

Me llamo Anna, Anna Sparkel, soy la única hija de Dónovan y Linda Sparkel. Hasta que cumplí los 10 años mi vida había sido medianamente normal. Padre, un segundo hijo de un importante Duque, no pasaba mucho tiempo en casa, siempre parecía tener demasiadas ocupaciones, pero aun así siempre que volvía nos demostraba a madre y a mí su inmenso amor por nosotras.

Durante esos primeros años de mi vida, madre se afanó en hacer de mí toda una señorita. Ella siempre decía que todos los modales que no se adquieren de niña son imposibles de aprender de mayor. Por esa razón, a la corta edad de 9 años mis formas eran perfectas. No obstante, de poco me sirvieron cuando ella se desmayó una tarde mientras tomábamos el té y no volvió a despertar jamás. Recuerdo la semana posterior a su muerte como si hubiera sido ayer. Sentí que estaba sola a pesar de la cantidad de criados que merodeaban a mi alrededor. Fue una de las semanas más horribles y difíciles de mi vida. La noche en la que padre volvió pude ver el dolor reflejado en su semblante, y desde aquel momento él decidió que no volvería a separarse de mi lado. Y aquella decisión cambiaria mi vida para siempre. 

LA VIDA TRAS LA MENTIRAWhere stories live. Discover now