XXXII

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Aquella mañana me desperté de muy buen humor. Sentía que las cosas iban a salir bien. O todo lo bien que podían salir cuando todo iba mal. Quizá decir que todo estaba mal fuera ser excesivamente pesimista. Simplemente no avanzábamos con nada. Había momentos en los que me preguntaba si realmente en algún momento llegaríamos al final de alguno de los casos.

Viviendo como lo hacíamos nosotros, en ocasiones uno puede llegar a perder el norte y olvidar que esto no es la vida real. Sin embargo, no conocía ni conozco otra forma de poder llevar a término mi trabajo si no me empleo en cuerpo y alma.

Cuando llegué al salón del desayuno Marcus se encontraba ya en él. Su semblante lucía demasiado serio, parecía hacer un gran esfuerzo por mostrar un rostro hosco.

-¿Ha sucedido algo para que te muestres tan adusto de buena mañana? -Pregunté sentándome junto a él.

-¿Qué podría haber sucedido? -Preguntó sin levantar la mirada de la cubertería.

-Eso mismo me pregunto yo. -Dije frunciendo el ceño. - ¿Está todo bien señor Lluch?

-Hoy no estoy para tonterías. – Dicho esto inclinó la cabeza a modo de despedida y se retiró.

Una vez finalizado el desayuno pensé en dirigirme al despacho, pero Marcus se encontraba ahí, y tal y como él había dicho, al parecer hoy no estaba para tonterías. ¿Sé podía ser más taciturno?

-Madam. -Una doncella interrumpió mis pensamientos. -Ha llegado esta carta para usted.

-Muchas gracias querida. -Dije tomando aquel sospechoso sobre.

No conocía a nadie que pudiera querer enviarme una carta. Todos los conocidos que teníamos en la ciudad solían comunicarse con nosotros enviándonos invitaciones a eventos y la única persona con la que realmente había establecido una relación decía que no podía fiarse de dejar nada por escrito. La verdad es que Marguerite era peculiar. Abrí el sobre y me encontré con la pulcra letra de James. No me sorprendió que me escribiera haciendose pasar por una conocida mía que había decidido ir a pasar las vacaciones a Londres. En ella "mi querida amiga" me informaba de que un pariente suyo había fallecido y que le sería de mucha ayuda si podía dar mi pésame a la viuda de este. En pocas palabras el tío de James había pasado a mejor vida y ... Corrí hasta el despacho he intenté abrir la puerta de este, pero estaba cerrada.

-¿Desde cuando cerramos esta puerta? -Pregunté en un tono de voz elevado para que Marcus pudiera escucharme desde el interior. -Marcus... serías tan amable de abrir. -Dije tocando.

- No. -Aquel monosílabo fue toda la respuesta.

-Marcus Lluch abre la puerta. -Exigí levantando un poco la voz. Al no escuchar respuesta simplemente decidí abrirla por mis medios. Al entrar en la estancia me encontré con una estampa con la que no me esperaba. Marcus estaba reunido con Josh. -¿ Por qué estaba esa puerta cerrada y ninguno de los dos se ha dignado a abrirme cuando he llamado?

-No soy tu criado. -Respondió Marcus. Yo miré a Josh esperando una respuesta.

-Para qué iba a levantarme... has demostrado que podías entrar sin ayuda.

-Te importaría dejarnos un momento a solas. -Volví a dirigirme a Josh.

-Sus deseos son órdenes... De todas formas, nosotros ya hemos terminado.

-¿Por qué no me lo has dicho? -Acusé a Marcus cuando Josh se hubo retirado de la estancia.

-No sé quien crees que eres para recriminarme cosas, pero si no recuerdo mal... no eres mi madre, ni mi hermana, ni un pariente lejano... ni mucho menos mi esposa... por lo que no encuentro motivos por los que deba decirte nada sobre mi vida. -Aquello era cierto, y la verdad es que acusarle no era una bueno forma de darle el pésame.

-Siento... -Comencé a decir.

-No quiero palabras vacías. -Me cortó.

-Sé que es doloroso, realmente lo sé. Pensar que en el momento en el que volvamos a la vida real ya no estará ahí, que no podrás hablar con él sobre todo lo vivido, compartir una comida, reír juntos... Entiendo por lo que estás pasando, comprendo lo mucho que estás sufriendo por dentro, y no tienes que cargar con eso tú solo.

-Creí que habías dejado en claro que no querías que te molestara con mis sentimentalismos. -Si fría mirada logró hacerme estremecer. Ese hombre no era Marcus.

-Sabes perfectamente que no me refería a eso. -Traté de acercarme a él. -No quiero que pases por esto sólo.

-A no, siempre es mejor emborracharse y cometer un acto del que después arrepentirse ¿Verdad? – Aquello era un ataque en toda regla.

-Creo que estás demasiado herido ahora mismo. Sé que no lo dices de verdad. -Respondí intentando no revelar lo mucho que me habían hecho sufrir sus palabras.

-Oh seguro que sí... porque tú siempre lo sabes todo. -Llegado a este punto me retiré del despacho.

No volví a encontrarme con Marcus por el resto del día. Odiaba lo mal que me había hecho sentir, pero tenía toda la razón. Yo no podía exigirle que se abriera a mí y me permitiera compartir su dolor cuando yo lo único que había hecho en su situación era usarlo y alejarme de él. El señor Lluch permaneció gran parte de la tarde entrenando... o más bien desfogándose con el pobre Daniel. Pero quizás de esa forma liberara todo su dolor y su frustración.

Esa noche cada uno tomó la cena en solitario en su recámara y tras la misma intenté dormir por largo rato. No obstante, no logré ni relajar mi cuerpo. Algo me impedía conciliar el sueño. Decidí dar un paseo por la casa, un poco de movimiento podía ayudarme, pero cuando pasé junto a las puertas de la recámara de Marcus, comprendí cuál era la razón de mi desvelo.

Por unos segundos me planteé llamar, pero finalmente abrí la puerta con delicadeza y pasé al interior de la habitación. El fuego de la chimenea era la única luz que iluminaba el lugar, pero era suficiente como para no hacerme tropezar. La respiración un tanto entrecortada de Marcus delató su llanto silencioso. Sin pronunciar palabra subí a la cama y lo abracé por la espalda. Él pareció dudar por unos segundos, pero finalmente envolvió mis brazos con los suyos.

-Gracias por estar aquí. -Murmuró transcurrido un buen rato. Marcus cambió de posición, se colocó frente a mí y entrelazó nuestras manos. Yo no sabía que decir o qué hacer. Entendía perfectamente que ninguna de mis palabras podrían servirle de consuelo. -Me habría gustado poder estar ahí para él. Mi padre murió cuando nosotros todavía éramos muy pequeños y fueron mis tíos los que nos educaron. Ellos fueron nuestros verdaderos padres y yo... Sé como te sentiste aquella noche, la impotencia, la rabia... Siento no haberte sabido comprender y ayudar. Espero que perdones las horribles palabras que te he dicho esta mañana.

-No te preocupes, está olvidado... -Respondí dándole un pequeño apretón en la mano. Él suspiró profundamente. -Sólo no olvides que estoy aquí para lo que necesites.

-Sólo necesito esto. -Dijo atrayendo mi cuerpo al suyo y abrazándome.

Después de aquello me quedé dormida en pocos minutos. Y tal y como me había ocurrido en tantos otros momentos desperté rodeara por unos fuertes brazos que lejos de hacerme sentir incómoda me hacían sonreír. Sin embargo, en poco saldría el sol, y no deseaba enfrentarme a Marcus por la mañana. Sabía lo volátil que estaba últimamente y no quería que estropeara el bonito momento que habíamos vivido si despertaba malhumorado. Por muy egoísta que fuera en esos momentos al dejarlo solo, me pareció lo correcto. No obstante, intenté alegrar un poco su mañana ordenando que le llevaran el desayuno a la recámara. Acción que, al contrario que yo, él no solía hacer. 

LA VIDA TRAS LA MENTIRAWhere stories live. Discover now