XXV

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La casa de James se había convertido oficialmente en nuestra base. Desde el momento en el que nos hicimos oficialmente amantes yo comencé a pasar más tiempo en ella. Bueno, realmente no puedo decir que antes pasara poco tiempo en la misma, pero al tener que infiltrarme en la casa empleando la oscuridad de la noche para no ser vista por los vecinos, podríamos decir que ahora pasaba más tiempo en la casa desde el punto de vista de un observador externo. Llegado el punto en el que realmente poco pasaba por mi propia residencia, tan sólo en las ocasiones en las que necesitaba algo muy concreto que no deseaba que ni los criados ni las doncellas tuvieran conocimiento de ellos. Por eso, no era extraño encontrarme tras el escritorio del despacho principal trabajando o sumida entre las páginas de algún libro del que intentaba extraer información de algún tipo. Aquello no podía cambiar por mucho que deseara estar lejos de Marcus. El cual, tampoco permanecía tan ocioso como lo hacía al comienzo de la misión. Hay que reconocer que el señor Lluch intentaba poner de su parte, aunque en ocasiones aquello me sacaba de quicio.

Una noche, después de una desastrosa velada, en la que por intentar no quedarme a solas con Marcus había tropezado con un sirviente, empujado a una dama al suelo y casi incendiado una peluca, Marcus me obligó a hablar con él. Nos encontrábamos en el interior del carruaje de vuelta a casa, no era la primera vez que lo hacíamos, ni sería la última. Pero siempre nos envolvía esa horrible tensión. Estaba segura de que cada vez que estábamos a solas en un carruaje ambos recordábamos lo que había sucedido entre nosotros.

-Ana no podemos seguir así. – Marcus comenzó a hablar como aquel que arranca de colpe una flecha sin dejar que el herido tenga tiempo de reaccionar ante sus acciones. – Sé que no debí aprovecharme de ti en este carruaje, pero no me arrepiento de... bueno sí me arrepiento de lo que paso o más bien de la forma en la que pasó. Realmente me gustas y sé que James es mucho mejor que yo, pero ....

-Marcus ya le he dicho que no deseo hablar de los errores del pasado. Estamos en una misión, somos compañeros y nada más. Estoy de acuerdo contigo en que no podemos seguir así... esta noche ha sido un desastre y soy plenamente consciente de que la culpa es toda mía. Hay que reconocer que hay personas con las que encajamos más y personas con las que menos, pero hasta que vuelva James debemos intentar que esto funcione. Así que te propongo que seamos amigos.

-Yo no quiero ser tu AMIGO. -Pronunció la última palabra como si le repeliese. – Por todos los santos mujer.

-Tienes razón, estamos en una misión y debemos ser profesionales. Aunque también te digo, a James y a mí siempre nos ha ido mejor cuando estábamos más ... -No supe o más bien no quise seguir con mi discurso porque la palabra que pensaba emplear no era la adecuada en ese contexto. Hablar de cercanía o complicidad o proximidad con aquel hombre no era lo mismo que con James.

-¿Por qué siempre tienes que meter a James en todo?

-Quizá porque es mi compañero... - No entendía muy bien su reacción.

-¿Y yo qué soy? – Sabía que su pregunta implicaba mucho más, pero no estaba dispuesta a ello.

-Eres su susti... Bueno eres mi compañero ahora. -A pesar de no haber terminado de pronunciar las palabras Marcus sabía perfectamente lo que iba a decir y aquello lo hirió mucho más que si lo hubiera insultado abiertamente. -Marcus no sé qué quieres que te diga, te he ofrecido ser amigos y lo has rechazado sin miramientos. Sé que no estamos muy cómodos el uno con el otro, pero esto es lo que hay. Estamos aquí para cumplir una misión, no para pasarlo bien. Y esto no lo digo sólo por ti, parece que yo también lo he olvidado. De ahora en adelante deberíamos centrarnos en entrenar, investigar e intentar resolver los casos y no en lo que sea que... bueno en nada más. Cuando James vuelva ambos podremos continuar con nuestras vidas.

-Supongo que eso quiere decir que sí has tomado en consideración la propuesta de James. -Dijo con la mandíbula muy apretada.

-¿Perdona? – Sabía muy bien a qué se refería Marcus con sus palabras, lo que no podía creer es que sonaran como una amonestación. El muy, no sólo había escuchado una conversación privada, sino que me la tiraba en cara. Respiré hondo y extendí mi mano hacia él con la intención de sellar la paz entre nosotros. – Compañeros.

-Claro. -Dijo él cerrando el trato.

Después de aquello las cosas fueron un poco más sencillas durante un par de semanas. Marcus se comporto exageradamente distante de nuevo, pero nunca en público, por lo que nuestra tapadera estaba cubierta. Además, comenzamos a entrenar. Momentos que, me atrevería a decir, los dos disfrutábamos muchísimo.

-James tenía razón. -Dije tras ser derrotada por segunda vez.

-Siempre la tiene... -Dijo Marcus liberando mi cuerpo que se encontraba aprisionado por el suyo tras un movimiento de combate impecable.

-Eres bueno combatiendo, pero ni creas que te voy a volver a dejar ganar. -Aquello le hizo sonreír.

-¿Me estaba usted dejando ganar señorita Anna?

-Lo estaba probando para conocer cuáles eran sus movimientos y estrategias, ahora tengo claro que lo puedo vencer.

-Pruébalo...

Tras haber pasado un par de horas combatiendo cuerpo a cuerpo nos encontramos ante un empate. La mitad de los asaltos los había ganado él y la otra mitad yo.

-Deberíamos apostar algo en este combate decisivo... -Propuso Marcus.

-Las damas no apuestan... Pero tienes suerte de que ahora sea una agente... -Respondí divertida- ¿Qué le gustaría apostar señor Lluch?

-¿Qué te parece si el que pierda se convierte en el criado del otro por un día? -Dijo divertido.

-¿Esta seguro de que quiere servirme por un día entero?- Pregunté convencida de mi victoria.

-Podría hacerlo toda una vida... -Aquellas palabras fueron a penas un susurro y quizás no las había comprendido bien. – ¿Qué has dicho?

-Que será usted la que deba servirme... y le advierto que adoro tomar el desayuno en la cama...

El combate estuvo muy reñido, la verdad es que los dos estábamos cansados después de tantos asaltos, pero la motivación de la apuesta era un buen aliciente. Por ello, cuando finalmente me posicioné como vencedora, no pude más que regodearme en mi victoria. Pasando por alto el hecho de que Marcus parecía tan complacido con el resultado como yo.  

LA VIDA TRAS LA MENTIRAWhere stories live. Discover now