XXVII

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La mañana siguiente amaneció llena de buenas noticias. Al parecer, en su camino de regreso de a Londres, James había sacado tiempo para informar a nuestros superiores de la situación en la que nos encontrábamos, los recursos con los que contábamos, lo que habíamos avanzado... datos con los que en realidad ya contaban, pero que al ser expresados en voz alta ante todo el consejo delataban la necesidad de una mayor implicación por su parte. Por lo que, gracias a ello, en pocos días contaríamos con dos nuevos espías cualificados que estarían a mis órdenes y que seguro nos ayudarían muchísimo con la resolución de alguno de los casos, o quizá con los dos. Lo que no me esperaba era que aquellos hombres que estarían a mi servicio serían los mismo que se habían graduado junto a mí, aquellos con los que yo había estudiado, discutido, trabajado y en definitiva, preparado para ser espía.

Una semana más tarde de haber recibido la noticia de la incorporación de dos agentes a nuestro equipo y estando la noche avanzada, alguien llamó a la puerta de mi recámara en el preciso instante en el que me disponía a meterme en la cama. La urgencia de los golpes hizo que acudiera presta a abrirla.

-¿Qué ocurre? – Pregunté sin rodeos al mayordomo.

-Madam, han llegado los dos invitados a los que esperaba y aunque sé que no son horas, teniendo en consideración... -El discurso del hombre se vio interrumpido por un fuerte trueno.

-Entiendo. -Dije cerrando la puerta de mi recámara y comenzando a caminar por el pasillo en dirección a las escaleras.

-Les llevaré algo caliente al despacho principal. -Dijo el hombre antes de retirarse.

Traspasé las puertas del despacho, las cuales se encontraban entreabiertas y me encontré ante una pintoresca imagen. Dos hombres grandes y bien formados se erguían ante mí. Ambos se encontraban empapados, pero no por ello perdían su pose firme a la espera de la llegada del jefe de operaciones, o más bien, de la jefa.

-Siento que las condiciones climáticas no los hayan acompañado. -Mi comentario hizo que ambos se giraran hacia mí. -Es un placer tenerlos aquí... -Mi voz se fue diluyendo con el sonido de la lluvia, que repiqueteaba contra los grandes ventanales del despacho, cuando mis ojos se encontraron con los rostros de aquellos hombres.

-¿No puede ser cierto? -La pregunta cargada de retórica de Josh no fue bien recibida y a cambio le devolví una expresión muy altanera.

-Josh, Daniel. -Dije saludándolos con un movimiento de cabeza.

-¿Dime que no eres tú la que está al mando? -Volvió a intervenir Josh.

-Pensaba que estabais bien informados sobre la misión. -Dije desafiándole con la mirada.

-Y yo pensaba que te tomabas más enserio tu entrenamiento...

-¿Qué quieres decir con eso? -Respondí con demasiada rapidez.

-Ya empezamos... -El murmullo de Daniel fue ignorado tanto por Josh como por mí.

-Oh Rubita ... no es que no me gusten las mujeres con curvas, pero eso es sinónimo de una vida muy cómoda y tranquila... aunque eso explicaría la urgencia con la que nos han hecho venir. -Sabía que la finalidad de Josh con todo aquello era claramente hacerme enfadar, pero así había sido nuestra relación desde el comienzo.

-Me parece que esta mujer entrada en carnes va a darte una paliza ahora mismo. -Dije chocando mi pecho contra el suyo para iniciar la pelea.

-Será un placer... peor no vale llorar.

Ambos nos pusimos en posición de combate y aunque ninguno luchó muy enserio, termina envuelta entre sus brazos, los cuales cabe recordar estaban empapados.

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora