V

256 46 0
                                    

Habíamos decidido que antes de darnos a conocer en Londres debíamos consolidar nuestras tapaderas, bueno más bien yo debía hacerlo. Pasar de ser una señorita a una ALEGRE SEÑORITA no iba a ser tarea fácil. Por esa razón habíamos decidido hospedarnos en una pequeña pensión alejada de la capital y bien situada. Y no digo lo de bien situada por sus vistas o elegancia, sino porque se encontraba rodeada de casas de juegos y burdeles.

-Lo primero que debemos hacer es conseguirte un atuendo acorde. Así te irás acostumbrado a él y te ayudará a todo lo demás. -Dijo el señor Lluch una noche.

-Creo que tampoco debería pasarme con lo de ropa descocada, no olvidemos que no soy una ...

-¿Furcia...? -Dijo terminando mi frase. Yo no pude evitar enrojecer. – Señorita Sparkel, no contamos con todo el tiempo del mundo, por lo que necesito que haga un gran esfuerzo por dejar de ser una dama. Sé que no es tarea fácil. Comenzaremos por cosas sencillas debe acostumbrarse a tener más libertad al hablar y no tema herir los sentimientos de nadie ¿Sí? No quiero decir que se convierta en una pueblerina, puesto que el atractivo que trae consigo la elegancia es fundamental.

-Creo que lo he comprendido bomboncito. -Solté el último adjetivo pretendiendo cumplir con sus órdenes, y obtuve un sonrojo por su parte, por lo que no pude evitar reír. – Eso quiere decir que lo he hecho bien ¿Verdad?

-No es conmigo con quien debe poner en práctica sus habilidades. -Dijo algo serio.

-Pero si no practico con usted... ¿entonces con quién? -Pregunté confundida.

-Tiene usted razón, perdone.

-Creo que debería usted comenzar a llamarme por mi nombre... así seguro los dos nos sentiremos más cómodos.

Aquella vez el señor Lluch pareció aceptar mi propuesta. Esa noche descubrí que mi compañero se llamaba James, y al parecer por muy seguro que se mostrara parecía que a él le costaba tanto que yo flirteara con él, como a mí el hacerlo.

Llevábamos tres semanas visitando los diferentes burdeles y casas de juegos. Siempre acudíamos a esos lugares como si fuéramos dos caballeros. El señor Lluch acudía como si fuera el mismo, y yo parecía su sirviente. Aquel teatro lo llevábamos a cabo por temor a encontrarnos con alguien que después pudiera reconocerme. No había problema con que James fuera visto por los bajos fondo, pero por muy señorita de cascos ligeros que yo fuera, debía mantener mi listón alto.

La verdad, aprender a ser una cualquiera resultó de lo más entretenido, aunque no por ello sencillo. Por lo visto, tantos años conviviendo con hombres no había hecho que dejara de ser femenina, y sinceramente, ser provocativa no me resultaba tan complicada. Lluch siempre decía que lo difícil era no ser exageradamente provocativa. Sin embargo, dejar que me toquetearan un poco o saber recibir halagos y coqueteos era otro tema.

Los primeros días los pasaba viendo como las mujeres se acercaban a los caballeros, escuchando las frases que les decían e intentando memorizar lo máximo. Después comencé a acercarme a las mesas y aprendí a jugar a cartas y a los dados, así como a apostar. El señor Lluch siempre decía que era una suerte contar con un cerebro como el mío para poder ganar.

-Anna no tienes que dejar de ir erguida... -Me volvió a reñir James como si fuera mi institutriz.

-Es imposible ser coqueta, elegante, desvergonzada y seductora al mismo tiempo. Creo que no lo voy a lograr. -Dije algo desanimada.

-Si te rindes con tanta facilidad seguro que no. -Dijo serio.

-¿Esa es la forma en la que vas a animarme? -Pregunté haciendo un puchero con los labios.

-No soy tu amiguita, así que no tengo porque levantarte el ánimo. -James parecía cansado, y yo lo comprendía. Él estaba más que preparado para comenzar con nuestra misión y por mi culpa estábamos teniendo que retrasar las cosas.

-Lo siento, tienes toda la razón. No estoy siendo competente ni profesional y por mi culpa estás teniendo que cargar con más responsabilidades.

-No, no es sólo esto... yo tengo demasiadas cosas en la cabeza. -James no era un hombre de muchas palabras, por lo que yo sabía que no me diría nada más sobre sus problemas.

-Bueno, pues, aunque tú no seas una de mis amiguitas... las cuales por cierto no tengo, -Dije como dato importante- Eres mi compañero y espero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea.

-Para eso están los compañeros. -Dijo James extendiendo su mano hacia mí. Yo la tomé y así cerramos nuestro trato.

-Hermoso... creo que podríamos cerrar nuestro trato de una forma en la que los dos disfrutaríamos muchísimo más... ¿No te parece? -James pareció confundido por un momento, pero después sonrió.

-Podría colar... si me hubieras mirado a los ojos mientras lo estabas diciendo. -Dijo mientras volvía a enfocarse en su lectura.

-Jo...- Dije ante mi fracaso. -Pensaba que esta vez lo había hecho bien.

Los siguientes días traté de hacerlo mejor y por lo visto algo debí mejorar, porque James parecía complacido con los avances. Tanto que llevamos nuestro plan al siguiente nivel. Mi primera toma de contacto había llegado. 

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora