XXXIV

113 23 0
                                    

Durante una semana Marcus y yo estuvimos vigilando la casa que el señor Rickly tenía en la ciudad, mientras que Daniel y Josh vigilaban la propiedad del campo. Pero hacía dos días habíamos sido testigo de cómo dos carros de los que se escapaba algún que otro quejido humano entraban hasta la puerta de servicio, y posteriormente, algunos hombres muy fornidos hacían salir a las mujeres de ellos y estas desaparecían en el interior de la propiedad. La imagen fue impactante, y lo peor de todo fue la impotencia de no poder ayudarlas en aquel momento.

-No puedo creer que sea tan descarado como para meter a todas aquellas chicas en su casa... parecía que lo estuviera haciendo sin miedo a ser visto. -Dije pensativa.

-Bueno Anna sin miedo a ser visto... era noche cerrada y las metieron por la puerta trasera a gran velocidad. -Dijo Marcus.

-Eso ya lo sé, pero no quita que desee golpearlo y sacar a las chicas de ahí. -Justifiqué.

-Lo sé... -Marcus posó un mano sobre mi hombro y un suspiro se escapó de entre mis labios. Hecho que hizo que Josh pusiera los ojos en blanco.

-¿Y a ti qué te pasa? -Dije lanzándole un cojín. Ese acto hizo que Marcus se alejara de mí.

-Nada Rubita, sólo disfruto de las vistas. -Respondió sin miramiento.

-Yo me retiro. -Dijo Marcus. Pero tal y como llevaba haciendo las últimas noches, se dirigió a la puerta principal y pidió que le preparan el carruaje para salir.

-Piensas volver a seguirlo. -Dijo Josh.

-Yo no lo sigo. – Dije defendiéndome.

-¿Cómo llamas tu a ir detrás de una persona sin que esta te vea para ver lo que hace? – Preguntó con guasa.

-Yo...

-O mejor... ¿Cómo llamas a quedarte embobada cuando una persona habla? ¿Oh a suspirar como una debutante cuando te toca? -Aquello me hizo enfadar.

-¡Basta! -Dije frunciendo el ceño.

-Puede que uno de estos días encuentres algo que no te guste en tu persecución nocturna. -Me advirtió.

-¿A qué te refieres? -Aquello había conseguido llamar mi atención y hacerme olvidar que ese hombre me estaba haciendo rabiar.

-Rubita... es un hombre... y por mucho que babeara por ti hace unos meses... bueno supongo que tendrá que saciarse en algún sitio.

-¡Oh por Dios! ¡Josh! -Exclamé enojada. En aquel momento el sonido de la puerta principal al cerrarse resonó en la habitación. Y yo me puse en pie.

-Luego no me digas que no te advertí...- Dijo Josh mientras yo desaparecía de su vista.

Lo peor de todo fue que Josh tenía razón, en las anteriores ocasiones veía a Marcus entrar en alguna taberna y beber. Siempre se le acercaban mujeres hermosas, pero después de una conversación él negaba y terminaba volviendo solo a casa. Aquella noche Marcus llegó hasta una calle repleta de burdeles y después de ser recibido con mucho entusiasmo vi como subía las escaleras acompañado por una mujer. ¿Por qué aquello me dolía tanto? Yo había sido la que desde un inicio había dejado en claro que nada podía ni iba a pasar entre nosotros, que la misión era lo primero. Yo era la que lo había apartado de mí, la que ... supongo que en el fondo soñaba con que él me esperara, con que siguiera junto a mí a pesar de todo. Por unos segundos odié tener que cargar sobre mis hombros la responsabilidad de dos misiones y las vidas de tantas personas. Pero aquello era lo que yo había decidido, aunque hasta aquel momento no me di cuenta de que la decisión que con tanta rapidez había tomado podía dolerme tanto.

Volví a casa de inmediato, no quería ver la cara de satisfacción con la que bajaría Marcus las escaleras. No podía soportar imaginármelo con otra mujer, pero siendo realistas, seguro que él habría estado con muchas mujeres. Al fin y al cabo, no solo era un hombre, sino que debía hacerse pasar por todo un libertino para lograr la fama que James tenía. Seguramente para él yo había sido un bonito entretenimiento... un reto que una vez conseguido ya no valía, porque, aunque la verdad era que él había seguido cuidando de mí, yo sabía que la sombra de James siempre estaba entre nosotros forzándolo cuidarme. Ahora comprendía porque Marcus siempre sacaba a su hermano a colación en las conversaciones, ya que de esa forma se recordaba a si mismo que tenía que permanecer junto a mí y cuidarme. Algo fallaba en todas aquellas conjeturas, pero en ese momento debía aferrarme a algo para no caer en el vacío.

LA VIDA TRAS LA MENTIRAWhere stories live. Discover now