II

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Unas pocas horas después ya estaba bañado, con ropa nueva, traje nuevo, pero el mismo niño sentado en la entrada de la casa, con los codos sobre las rodillas y manos sosteniendo su dulce rostro con un puchero.

—¿Aún no llega? —preguntó Mirabel sentándose a mi lado. Negué con la cabeza como respuesta sin dejar de mirar la hormiguita tratando de llevar su comida.— no será... que haya desaparecido, ¿o si? —bromeó entre risas.

La miré asustado. ¿Y si desaparece?, no podría dejarme sin explicaciones o sin siquiera decirme que hice mal, tal vez estar comprometida conmigo la hizo renegar y no querer verme más. ¿Qué hago yo ahora que ella no está?, sin sus risas, sin su competencia, sin su vestido morado, sin sus mariposas, sin ella...

De la nada un montón de preguntas inundaron mi mente, ya los nervios por la ceremonia no eran nada contra los nervios por que _____ se haya ido sin decirme nada. Un raro cosquilleo comenzó a jugar con mis pies, se sentía como hormigas que cada vez subían más y más hasta mis manos.

Quería pensar positivo, tal vez algo pasó en su casa y por eso aún no llegaba, si... debía ser eso... pero... y si le pasó algo a ell...

Ni siquiera pude terminar ese pensamiento cuando de pronto una gran fuerza me golpeó llevándome al suelo, con unos cortos brazos rodeándome el cuello. Y luego, una linda risa se hizo presente, pasó lo que quería que pasara. Ella me besó, para luego mirarme.

—¿Me estabas esperando, novio? —preguntó risueña acomodando sus piernas a mis costados, quedando sentada sobre mí.

Abrí mis ojos como platos y me apresuré en abrazarla. Y por fin el cosquilleo desapareció, siendo reemplazado por un calorcito en mi pecho, creciendo lentamente con cada uno de mis latidos.

—Estaba asustado de que desaparecieras.—dijo Mirabel, interrumpiendo el hermoso momento. Ambos la miramos, seguidamente de ______ mirándome a mi con los ojos muy abiertos.

—Bobo, no voy a desaparecer porque si.

Giré los ojos, mirando nuevamente a Mirabel que nos observaba atenta con una sonrisa picarona plasmada en sus labios.

—Ya puedes irte.

—¡Camilo! .—exclamó _____, dándome un ligero empujón.

—No soy Camilo para ti.

—¿Entonces?

—Soy tu novio, me dices novio. —sonreí victorioso. Ella se echó a reír y me volvió a abrazar con fuerza. Logré escuchar un sonido de asco proveniente de Maribel, para luego ser abandonados por la misma.

______ y yo nos miramos, ella sonrió de lado y chocó nuestras frentes sin apartar sus ojos de los míos.

Estaba tan cómodo, sentía que podía ser todo yo con ella, y en vez de ser juzgado, sería amado, ella me apoyaría y sacaría aún más mi personalidad con ella. Podía hacer bromas y se reiría, podía insultar, y ella insultaria más fuerte, ella era yo y yo era ella.

—Qué tiernos.

Nos volteamos y era el tío Bruno, mirándonos con una gran sonrisa. Ambos le devolvimos la sonrisa y nos levantamos para saludarlo con un abrazo.

En ese momento, se me ocurrió una gran idea.

—Tío Bruno. —dije llamando su atención, él se agachó en cuclillas, tomándome de un brazo para no perder el equilibrio.

—¿Qué pasa campeón?

—¿Puedes hacernos una visión?

El abrió los ojos como platos, volteando a mirar a la pelinegra presente que también me miraba asombrada. Sé que siempre quiso saber de su futuro, también siempre quiso preguntarle al tío Bruno de esas cosas, pero no sé por qué jamás lo hizo; tal vez pena, o vergüenza de meterse en esas cosas, cuando no se trata de su propia familia.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Where stories live. Discover now