IV

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-¿Por qué te vas?, ¿cuando volverás?

-No estoy segura, solo puedo asegurarte de que todos los días pensaré en ti.

-Prometeme que volverás.

-Lo prometo.

Desperté de golpe, tenía la respiración agitada como si hubiera corrido una carrera de 15km, o casi me hubiera ahogado en un profundo mar, pero no, estaba en mi habitación, recostado en mi hamaca. Mi pecho subía y bajaba con rapidez, sentía las piernas entumecidas y las articulaciones dolían.

Otra vez ese sueño.

Me tiré nuevamente a tratar de seguir durmiendo ya que la luz del sol aún no salía y estaba seguro de que eran las cuatro de la madrugada, como siempre cada vez que despierto de ese sueño.

Di varias vueltas tratando de consiliar nuevamente el sueño, pero me fue casi imposible. Pasaron varios minutos, luego varias horas, y en mi mente solo giraba el recuerdo del sueño que me atormentaba todas las noches sin poder dejarme descansar con paz y tranquilidad. Cuando me di cuenta, Mirabel, como todas las mañanas, se encontraba golpeando mi puerta para que me levantara.

Tragué aire por unos segundos y luego un largo suspiro abandonó mi cuerpo.

Me levanté, me vestí y bajé a desayunar.

-Buenos días familia. -dije animado. No quería que nadie se diera cuenta de mi estado, aunque solo mi abuelita se encontraba en la cocina.

-Buenos días Camilito. -me saludó.

-Hola abuelita. -me acerqué a ella para darle un sonoro beso en la mejilla a lo que soltó un carcajada e hizo lo mismo- ¿ya desayunaste? -pregunté curioso mientras agarraba la taza con café y la arepa que me pasaba la mesa, que, sin darme cuenta, me persiguió por todo el trayecto de una punta a la otra mientras saludaba a mi abuela.

-Si, pero tú termina de desayunar y luego me buscas, ¿si?, tengo una tarea para ti. -asentí sin dejar de comer mi arepa con delicioso queso.

Mierda, voy a querer repetir.

Ella salió de la cocina, dejándome solo. Hice un recuento de cuántas tazas quedaban aún llenas sobre la mesa, solo quedaba una, pensé que la casita leyó mis pensamientos y me dejó repetir está vez, pero no pasó mucho hasta que entró mi hermana mayor por la puerta y sin dejar de moverse tomó la taza y bebió de ella. La miré con una mueca, yo quería ese tinto para mí.

-¿Otra vez ese sueño? -preguntó dejando la taza sobre la mesada para agarrar una arepa y darle un mordisco.-mmmm, arepa con huevo.-murmuró.

Rodé los ojos, no me gustaba la idea de que alguien fuera capaz de escuchar cada vez que me levanto en las noches por culpa de un tonto sueño; no me gustaba que se preocuparan por mi, me hacía sentir una persona molesta. Me dejé caer contra la mesa y crucé las piernas mostrando una actitud relajada, cuando en mi interior solo quería repetir la deliciosa arepa con queso.

-Buenos días hermanita, yo amanecí muy bien, ¿y tu qué tal dormiste? -dije en tono sarcástico.

-Hace dos semanas que estás con esos sueños, ¿no crees que deberías hablar con alguien sobre eso?

-Ya lo hago contigo. -eso sonaba lógico para mí, pero al parecer para ella no porque rodó los ojos y dejó su comida sobre un plato en la mesa, me di cuenta en el momento en el cual volvió a voltearse en mi dirección de que me iba a regañar.

-Camilo. -me incorporé algo asustado, ella se dió cuenta de mi acción y suspiro, cargando su peso sobre su brazo derecho contra la mesa-, tienes que hablar con alguien que sepa de estas cosas, alguien que sepa cómo ayudarte.-dijo rápidamente, eso también sonaba lógico, pero seguía gustandome más mi idea-, no puedes despertar siempre en las madrugadas sin poder seguir durmiendo porque te da miedo soñar con una niña que se fue hace años.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Where stories live. Discover now