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La busqué por todas partes, recorrí calles, callejones y al menos unas tres veces en el mercado. Estaba seguro de haber revisado bien debajo de cada piedra y aún así, no la encontraba. Pregunté a toda la gente que estuvo cerca del lugar pero todos me respondían lo mismo: "pasa mucha gente por aquí", "no la vi", "perdón pero no vi nada".

El bebé en mis brazos se limitaba a reír por mi expresión de preocupación en el rostro, además de estar bastante rojo sin contar todo el sudor que lo cubría por correr, subir y bajar por el pueblo sin detenerme un solo segundo a tomar tomar aire y dejar mis piernas descansar.

Ya muy cansado decidí sentarme unos segundos en un banco en medio del pueblo, dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras mis pulmones se llenaban de aire puro al fin, y me relajé, traté de mantener mi mente en blanco en lo que volvía a mi estado físico normal, pero me era casi imposible.

Estoy seguro de que era ella.

Luego de unos pocos minutos suspiré pesadamente, me levanté y busqué nuevamente a Juliana para devolverle al pequeño Juli, ya pasaron varias horas y ya creo que pudo descansar lo suficiente.

Al llegar junto a ella casi no la reconocí, parecía una persona completamente diferente, o al menos su hermana gemela buena ya que la palidez de su piel fue reemplazada por un tono rosa tenue, las ojeras debajo de sus ojos habían disminuido bastante, además de que se recogió el cabello viéndose mucho más arreglada.

Cuando ella nos vió llegar una brillante sonrisa se apoderó de su rostro fijando completamente su atención en el infante en mis brazos.

—Hola mi niño. —dijo cargando al bebé para llenarlo de besos y abrazos.

Volví a mi forma y me limité a observarlos, ella lo elevaba y lo bajaba nuevamente haciendolo casi saltar de sus brazos, el menor reía ante las acciones de su hermana mayor y levantar sus bracitos de manera juguetona esperando que siguiera con el juego. Hasta que ella se detuvo y dio varias vueltas, haciendo que ambos rieran aún más fuerte.

Cuando ella se detuvo notó que yo aún seguía ahí, observandolos con una sonrisa, estaba feliz de verlos felices y con energías nuevas. Ella mordió ligeramente su labio y con una acción rápida se acercó a mí para tomar mi mano y sacudirla repetidas veces.

—Dios, Camilo, no sabes cómo te lo agradezco. —dijo volteando a ver a su hermanito sin dejar de mover su mano—. Seguro piensas que soy una mala hermana mayor y hago mal mi trabajo y...

—Hey, hey, hey... —interrumpí soltando su mano para tomarla de los hombros logrando que me mirara fijamente a los ojos—, no creo que seas una mala hermana mayor, creo que eres genial por buscar ayuda y tratar de ser mejor para seguir cuidando de tus hermanitos, todos necesitamos descansar, no somos máquinas, somos personas.

Pude ver como sus ojos se llenaban de lágrimas, no me di cuenta del momento en el cual se me pegó por completo en un abrazo que no esperaba, pero correspondí de todas formas tratando de no aplastar al bebé que yacía en sus brazos. Aunque cuando nos separamos nos dimos cuenta de que se encontraba jugando con mi ruana. Reí por lo bajo y acerqué mi rostro al suyo. Al instante la soltó para empezar a acariciarme, yendo desde mi boca hasta mis orejas y de mis orejas hasta mi nariz, la cual creo que le pareció chistosa ya que la agarró con fuerza soltando una sonora carcajada. Yo reí con él y sentí como trataba de acercarme a él con la intención de darme un beso en ella, obviamente me acerqué y en ese momento recibí el beso más lindo y baboso de mi vida, tal vez uno de los mejores besos que he recibido.

—Creo que le caes bien. —dijo la mayor trata del de ahogar una risa cuando por fin me soltó, reí en respuesta. 

Nos quedamos hablando unos minutos luego de eso para intercambiar anécdotas chistosas del pequeño, de cómo fue mi travesía por el pueblo, como me encontré con su hermana y la experiencia con la misma, me di cuenta de que tenía mi edad lo cual me pareció muy extraño ya que yo no era así, ella se disculpó en su nombre lo cual no pude permitir, hasta que llegó la hora de despedirnos.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora