III

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Llegó el momento.

Luego de la charla sobre la vela con mi abuelita, cuando estábamos hundidos en un calido abrazo, llegó el reloj, siento este empujado por las maderas del piso.

—Es la hora pequeño. —dijo acariciando mi rostro.

Llegó la hora de la verdad, es hora de saber quién soy y quién seré el resto de mi vida, lo que definiría el 80% de mi personalidad y eso me aterraba, pero ahí estaba mi familia, y la niña que más me gustaba, sabía que ellos nunca me dejarían solo, me apoyarían pasará lo que pasará y no se irían, nunca.

Mi abuelita me tomó de la mano y caminamos juntos fuera de la habitación, donde tiernamente ______ estaba sentada en el suelo del otro lado del pasillo, jugando con sus agujetas. Ella se levantó al vernos salir, juntó sus manitas, pero rápidamente apartó una sacudiéndola en el aire en forma de saludó.

—Hola. —dijo con una sonrisa. Yo reí y me acerqué a ella, pero cuando iba a tomar su mano llegaron mis padres y mi hermana.

—Ahí estás campeón. —dijo mi padre bajando hasta mi altura para abrazarme. Siendo seguido por mi mami. Mi abuelita solo sonrió ante la escena y siguió su camino para terminar de preparar unas cosas para la ceremonia.

—Ya estas enorme. —dijo mi mami, abrazándome aún más fuerte, pero luego de unos segundos, me cargó en el aire casi sacudiendome mientras me besaba los cachetes.

Solo podía reír por las cosquillas que me producían esos besos, pero luego me percaté de que la pelinegra aún seguía de pie detrás de mí, observando fijamente la escena detrás de nosotros con una sonrisa plasmada en sus hermosos labios.

Me sacudí tratando de bajar de los brazos de mi mami cuando terminó de besarme y llenarme de mimos. Ellos me miraron extrañados cuando al llegar al piso me di la vuelta y tomé la mano de mi amada. Y mirándolos a ellos, sin soltarla a ella dije: —ella también quiere. —haciendo referencia a los mimos y besos. Ellos lo tomaron en serio y entre risas también la cargaron y también la llenaron de besos y mimos. Segundos después también me cargaron a mi.

Y se sentía muy bien, amaba esa familia y me transmitían tanta felicidad y tranquilidad que los nervios por la ceremonia, o de que algo saliera mal desapareció por completo. El calor en el pecho volvió cuando nos abrazamos las cinco personas, casi aplanstandonos, pero se sentía tan bien estar ahí, con ellos, con ella.

—Abuela dice que llegó la hora. —mencionó mi hermana mayor, llamando la atención de todos.

Mis padres nos bajaron, dejándonos suavemente en el piso y comenzamos a caminar en dirección a la puerta brillante con la que nos encontramos al subir con el tío Bruno. Pero ______ no nos siguió. Me di media vuelta, y la miré confuso esperando a que empezara a caminar o dijera el por qué se quedaba quieta. Mis padres al igual que yo se voltearon, todos mirando a la pequeña niña con vestido amarillo y zapatos de tela, aparentemente nerviosa, con las manos detrás de su espalda, ocultando algo.

En el momento que le iba a preguntar que tenía, o que le sucedía, extendió los brazos mostrando un paquete pequeño, algo plano, estaba envuelto con un lindo papel de muchos colores brillantes. Parecía un regalo.

—Esto es para ti. —dijo al fin.

Aún confuso, tomé el paquete y lo abrí en frente de todos. La niña aún se mostraba nerviosas y ansiosa mientras despegaba los trocitos de cinta que mantenía el paquete cerrado. Y poco a poco fui descubriendo la bonita ruana de color amarillo brillante, con un tierno diseño de camaleones. Lo miré asombrado por lo bonita que era.

—Mi mami lo hizo para ti... —mencionó la pelinegra haciendo un tierno gesto de timidez.

Sin dudarlo me la puse sobre mi traje que consistía en una camisa, pantalones y zapatos, todos de color blanco. Lo modele unos segundos, provocando en los mayores una pequeña carcajada. Di vueltas y deje de la ruana volara, me quedaba algo grande, pero de todos modos me encantaba.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Kde žijí příběhy. Začni objevovat