XVIII

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La ceremonia de Mirabel fue más privada de lo uno se imagina. Literalmente solo era la abuela, Mirabel y el tío Bruno presente para dar a conocer el futuro si se concedía el intercambio de líder en ese momento, y al parecer dentro de lo que cabía, si salió todo bien, en el desayuno la chica de lentes presumía ser la líder y que todos debíamos de estar a sus pies y blah, blah, blah, creyéndose la gran cosa.

Pero no esperaba que fuera tan rápida, algo en mi corazón dolía al imaginarme el simple hecho de que la "líder" por así decirlo de la familia, no era la abuelita, sino Mirabel, no consideraba a mi prima como una persona inexperta, que llevaría a la familia a un final prematuro, es más, ella conoce a los miembros de la familia como si fuera la palma de su mano, ella tuvo más tiempo para pasar buenos momentos con nosotros, ella conoce nuestras exigencias y nuestras necesidades, todos creemos que es la más apta para el puesto. Pero... ¿una vida sin mi abuelita?, aún no lograba concebirlo, pero una vez luego de terminar el desayuno ella explico que aún viviría durante muchos años, pero simplemente quería descansar. Fue una mejor respuesta para mí.

Ese día era el cumpleaños del pequeño Juli, y ______ no pasó mucho tiempo de calidad con el menor, así que, mientras que con sus hermanas preparábamos la fiesta, ella lo distraeria para, así en la noche, una vez llegada la hora de la fiesta fuera una completa sorpresa para él. Aunque, aún no llegaban sus padres y a Juliana le preocupaba el hecho de que no llegasen, sería un gran problema y una gran tristeza para el pequeño. Tan solo esperaba que si llegarían.

-Amor... -se calló de golpe.

Miré a mi novia entrar por la puerta de la cocina luego de que Mirabel terminara su show, yo comía una arepa con huevo, disfrutando del delicioso sabor hasta que la pelinegra entró, interrumpiendo mi desayuno.

-Uhm... -murmuró dudosa.

-¿Quw dujuste? -pregunté con la boca llena de comida luego de no entender lo que había dicho con anterioridad.

Ella río por mi acción y se acercó a mí, tomó una servilleta que le acercó la mesa y me limpió los restos de comida que tenía en la cara.

-Pareces un bebé. -mencionó risueña.

Tragué lo que quedaba de la arepa y levanté una ceja divertido, la tomé de la cintura con algo de fuerza intentando besarla, pero ella interpuso sus manos y entre risas intentó safarse.

-¡No!, Camilo, estás todo sucio de comida.

-¿Y? -pregunté aún sin soltarla.

Ella me observó con una sonrisa ladeada y con una mano me tomó del rostro, me giró levemente y plantó un pequeño beso en mi mejilla. La volví a mirar y levanté mis hombros, conformado con la respuesta que recibí. Para luego soltarla y seguir comiendo las arepas que preparó la tía Julieta.

Se sentó sobre la mesa observando mis acciones, sonreía y soltaba una pequeña risa cuando chocabamos miradas, yo sonreía acompañándola, pero como tenía la boca llena de comida, para ella era una imagen aún más chistosa desde su punto de vista, logrando que soltara carcajadas aún más fuertes.

-Dios, Camilo, ya comiste cinco arepas, ¿no crees que es mucho? -negué con la cabeza rápidamente para luego seguir devorando la octava arepa, ella no me vio comer las otras tres.

Rodó los ojos, y bajándose de la mesa me arrebato la comida antes de poder darle otro mordisco y se adelantó a darme un pequeño y rápido beso en los labios.

-Mmm, beso con sabor a arepa, delicioso. -sus palabras consiguieron que soltara una carcajada, para luego toser como desquiciado.

Ella me daba golpecitos en la espalda mientras yo me sentía morir en pocos segundos, la mesa me acercó nuevamente mi café y me lo terminé de beber de un sorbo. Mala idea. Seguía caliente y me quemé la boca y la garganta.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora