XI

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No pasé toda la noche con Alicia, cuando la chica de pelo blanco sintió mucho sueño, su hermana vino a buscarla y se la llevó, dejándome solo. No podía dormir así que me recosté contra la ventana de mi cuarto a apreciar la oscura noche siendo iluminada por la luz de la luna, y sus compañeras las estrellas.

Tomé esa noche para pensar, aclarar mi mente y definir las cosas que sentía por las situaciones que me veía obligado a vivir. No quería estar en mis propios zapatos pero ahí estaba.

Me sentía culpable por no amar a Alicia cómo ella me amaba, pero sabía que pasara lo que pasara ella siempre sería una gran amiga para mi, una gran e incondicional amiga que siempre estaría dispuesta a meter su mano en el fuego por mi y mis locuras. A veces confundía mis sentimientos por ella y creía que tal vez era un amor más allá de lo amistoso, pero no, sentía un amor incondicional de hermanos, donde yo daba todo por ella y ella daba todo por mi, nos cuidabamos las espaldas y nos reíamos de nuestros chistes malos. Era feliz si ella estaba allí conmigo, apoyándome en mis pasos.

Por otro lado estaba la ______.

Tenía demasiados sentimientos encontrados con aquella chica, sentimientos desenfrenados, incontrolados, que me hacían dudar de mi mismo y de mi autocontrol cada vez que la veía. Era una chica hermosa con hermoso cabello y manos de muñeca, era divertida y me hacía reír sin que ella lo supiera. Poco a poco me enamoraba más de ella pero me mentía a mi mismo diciendo que no porque no era la _____ que yo quería que fuera, o al menos no entendía. En serio creía que eran personas diferentes porque no vi el lunar en su clavícula, no lo encontré, aunque lo más probable es que me haya equivocado de clavícula, yo era una persona muy terca y nada podía hacerme cambiar de opinión.

Tengo una manera rara de afrontar mis propios sentimientos, evitarlos, escapar de ellos y actuar como si sintiera completamente lo opuesto. Pero algo que no podía afrontar era el miedo que sentía por enamorarme de la chica nueva, quería seguir esperando a que mi amiga de la infancia apareciera y con un beso me dijera que nunca más me abandonaría, tenía esa esperanza, pero se estaba tardando, y no podía ocultar durante más tiempo estos incontrolables sentimientos y atracciones por la pelinegra.

Respiré profundo y con la mente en blanco creí mejor que ya era un buen momento para dormir y descansar antes del viaje, era media hora en caballo hasta llegar a la cima de la montaña, en la vieja cabaña familiar, pero quería estar lo suficientemente descansado para poder disfrutar de toda la experiencia.

Esa mañana Mirabel no toco mi puerta para despertarme, me dejaron dormir hasta que mi cuerpo no podía estar más en la misma posición, desperté justo cuando todos estaban sentados en la mesa, preparados para comer, y obviamente no podía irme con el estómago vacío. Al llegar a la mesa, toda mi familia ya estaba sentada allí, incluyendo a los García, un solo lugar seguía libre y era entre medio de mi hermana y mi futura esposa. Ya no podía escapar de la realidad, pero si por unos días.

Me senté sin hablar mucho, la chica de cabello corto me miró casi todo el almuerzo, pero cuando volteaba ella se sorprendía y miraba nuevamente su plato dando un bocado algo nerviosa mientras me evitaba por completo.

El rato pasó bastante rápido, solo quería acabar, cuando vi a mi madre levantarse, me levanté con ella y la acompañé a limpiar nuestros trastes sucios.

-¿Tienes todo listo para el viaje ya? -preguntó secándose las manos. Yo asentí imitando sus acciones.

-Si mami. -respondí, a lo que ella soltó una risa divertida.

-Camilo, vas a cumplir 21 y ¿me sigues llamando mami? -me miró levantando una ceja y yo le regresé la mirada confundido.

-Mami, yo te amo, y podré ser un adulto, pero siempre serás mi mami. -ella me miró enternecida mientras acariciaba mi rostro, para luego envolverme en un fuerte abrazo.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Where stories live. Discover now