IX

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Pasaron varios días, los García se quedaron en la casita casi invadiendo nuestro espacio personal. Trataban de adaptarse al pueblo y el pueblo a ellos, buscaban trabajo, ayudar para adaptarse al gran cambio. Pero nadie soportaba a la nueva pareja, en cambio todos en vez de ayudar a la nueva chica y su hermanita a adaptarse y encontrar empleo, les daban las mayores comodidades. El problema no era la familia, sino los padres de las chicas, eran personas altaneras, narcisistas y muy desagradables. Agradecía al cielo que a penas pase todo esto ellos se irían, pero dejarían a la pelinegra aquí, atada a mi.

Jugaba con el pequeño Juli cómo era de costumbre para mí. En unos pocos días era su cumpleaños y estada dudoso sobre cuál sería su regalo. A él le emocionaba la llegada de estas fechas ya que eran las únicas fechas en que sus padres hacian acto de presencia para un día después desaparecer en sus tantos viajes por el mundo y no volver ni en navidad, lo cual yo odiaba y no entendía como una pareja era capaz de abandonar a su hijo en un pueblo escondido en las montañas de Colombia.

Pero si el pequeño era feliz yo era feliz.

Jugamos al fútbol cuando en un movimiento rápido y cero improvisado por mi parte con intención de dejar ganar al menor el metió la bola en mi arco improvisado. Me dejé caer al suelo fingiendo gritar un "no" mientras él festejaba su victoria.

—¡Te gané otra vez! —exclamó él.

—Quiero revancha. —dije poniéndome de pie frente a él.

—Camilo, ya te ganó 5 veces. —dijo la mayor entre risas.

—¡No dejaré que me gane! —exclamé levantando un puño al aire, pero mi actuación fue interrumpida por la chica con el pelo blanco empujandome mientras traía una caja de madera con tomates.

—Quitate perdedor. —murmuró ella solo para mí.

Alicia seguía enojada desde el otro día y seguía sin entender la razón, por más que preguntaba y trataba de buscar una solución ella me evitaba creyendo que mi verdadero don era leer mentes. Hice chistes, muté en gente graciosa, actúe varias obras tratando de sacarle una sonrisa pero aún así nada, ella no me hablaba y no me decía cual era la verdadera razón de su enojo.

La miré preocupado dejando caer mis brazos y mis hombros, lo cual el pequeño Juli fue consiente de mi acción, lo noté cuando me dio una palmadita en el antebrazo sonriéndome apenado por su hermana.

Quería a mi amiga, ella fue una de las personas que estuvieron para mí los últimos años y la extrañaba, quería contarle mis anécdotas con la familia de piratas, lo desagradable que era la idea de casarme para mí y como solucioné mis problemas con mi tío. Extrañaba las largas charlas y las pijamadas donde llenaba mi hamaca con dulces y comidas de todo tipo que solo ella era capaz de encontrar en el pueblo.

Me sentía algo solo, pero ya me quedé sin ideas, y la chica era muy terca.

Miré al pequeño a mi lado que hacía un gesto para que me agachara a su altura, y así lo hice, lo tomé de los brazos para no perder el equilibrio y él acercó su pequeña boca a mi oído.

—Está celosa. —murmuró. Yo junté las cejas y lo miré extrañado, confundido porque Alicia era una de mis mejores amigas y para mí no tenía sentido, ella sabía que no cambiaría su amistad por nada en el mundo.

—No puede ser. —murmuré igual, él asintió en respuesta.

—Ella está enamorada de ti Camilo. —dijo el pequeño tratando de que solo yo oyera sus palabras.

Abrí los ojos como platos. No podía creer lo que escuchaba, estaba confundido, tenía muchas preguntas y ella no estaba dispuesta a darme respuestas. Yo la amaba, pero como amiga, ella sabía perfectamente que seguía enamorado de una chica que perdí hace años.

A tus brazos. Camilo Madrigal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora