II

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-Tienes que vivir... Tienes que salir un día de aquí-

En una lancha, que flota por un desolado río, dos almas destrozadas cubiertas de sangre viajan en la obscuridad bajo un cielo estrellado.

-Mandy... Promételo, prométeme que vivirás, promete que buscarás una vida feliz-

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Sería... De alguna forma, más fácil estar muerta.

-¡Despierta!-

Este lobo tonto me ha empapado la cara con agua fría, pero he decidido no reaccionar.

Que mala suerte la mía.

He venido a parar en territorio de lobos-hombre, si los vampiros eran una mala opción para vivir, los lobos-hombre son aún peor.

-Voy a tener que abofetearla- dice una voz masculina bastante enérgica.

-Si la abofeteas, le sacarás la cabeza, no sabes como medir tu fuerza- dice otra voz masculina de un tono tan frío que me ha helado los huesos.

-¿Por qué son tan despiadados? Es obvio que está bastante herida y sin energía, necesita descanso y curaciones, no agua fría y golpes- Anuncia una tercera voz masculina profunda y suave.

-¿Quieres meter a un humano a nuestra casa? ¿Estás loco?- la voz enérgica habla con enfado.

-Somos tres y ella una, no va a pasar nada- Apunta la voz fría.

-Déjala morir mejor, además, ¡Trajo la cena!- la voz enérgica tiene un ápice de sarcasmo en el tono.

Sin embargo, mi perfecta actuación desfallecida se pierde en cuanto escucho un quejido singular.

¡Es mi conejo!

Como quien se levanta de entre la muerte, mi cuerpo reacciona antes que mi cerebro.

-¡Suéltalo!- Grito con una furia que ni yo sabía que tenía.

La luz solar, intensa en un bello amanecer, me golpea la cara y me obliga a cerrar los ojos un instante.

Cuando vuelvo a enfocar la vista, puedo notar claramente al hombre que sostiene a mi conejo sin ninguna consideración de las orejas.

Es... Bello.

Con el cabello café, los ojos verdes y una piel tostada con cierto brillo.

-Duncan... Suelta el conejo-

El tipo de voz calmada se acerca al tal Duncan, cabello negro... Su piel blanca, ojos almendrados... Un lunar cerca de su labio superior.

Es... Tan bello.

El chico llamado Duncan suelta al conejo en las manos del chico de cabello negro, este último se acerca para ofrecérmelo, con más cautela que nada, tomo al pobre animalito con cuidado.

-Sé que estás asustada, pero no te haré daño...- dice el chico de cabello negro que se pone en cuclillas a mi altura.

Su voz es dulce pero grave al mismo tiempo... Estos monstruos están diseñados para ser agradables a la vista.

Tentadores.

Si quito la belleza de su físico... Solo quedan despiadados asesinos.

-Mi nombre es Johan, ¿Cuál es el tuyo?- el chico me sonríe.

Pero yo no le respondo.

Supongo que nota mi incomodidad por que al instante su mirada cambia.

Ese cambio me hace pensar en el lobo blanco al que lastimé con mi daga.

Casa de lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora