XXXIII

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Poco a poco, la nieve ha ido bajando su espesor, se asienta el frío.

Es un ivierno muy crudo.

Pero es corto... Y poco a poco, anuncia su final.

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-¿Me puedo sentar contigo?-

Amanda asiente.

Estos últimos días en los que ha nevado, se ha encargado encarecidamente de tejer y tejer como si no hubiera un mañana.

Encerrada en el lugar que los lobos construyeron para ella, Amanda pasa las horas, los días, intentando encontrar las respuestas.

-Es un bonito patrón de flores- Dice Aníbal mientras acerca una silla a la mecedora de Amanda -Rosas y jazmines... En verdad hermosas-

Amanda observa con detenimiento el suéter que ha estado bordando ahora... Es verdad.

Las rosas y los jazmines se cruzan y se enredan entre ellos de una forma hermosa... Juntos.

-¿Qué es lo que te tiene tan pensativa?- Pregunta Aníbal al ver que la humana está como perdida.

Amanda se detiene con el hilo y el suéter suspendidos entre sus manos.

Abre la boca, intentando buscar las palabras.

Y cuando por fin las encuentra, se desmorona.

-Tengo... Miedo, tengo mucho miedo-

Aníbal asiente gentilmente, dándole confianza a Amanda para seguir hablando.

-¿Qué es lo que sientes exactamente?-

Amanda traga saliva.

-Me siento perdida... Después de todo lo que ha pasado... ¿Cómo voy a encontrar paz? Me siento tan pequeña ahora mismo... Es como si me estuviera consumiendo la obscuridad-

La verdad sale disparada de sus labios antes de que Amanda pueda pensar qué decir.

Cuando reflexiona sus propias palabras, se alegra de que hayan salido tan sinceras.

Estuvo tratando de darle sentido a sus sentimientos, ahora que los ha compartido, siente un poco más de claridad.

Aníbal asiente.

-¿Por qué crees que te sientes así?-

Amanda se masajea la cabeza, le ha comenzado a doler horriblemente.

-Por la resignación-

La resignación es un sentimiento bastante extraño, es casi parecido a la indiferencia, pero se recuerda, se tiene presente.

Ya no lo siente con intensidad, es más como un arañazo sordo al corazón.

Un momento de emoción vago que termina con el recuerdo y se asienta la amargura de saber que ya no está ahí, que no volverá... Y se siente un vacío.

Porque sabes que no hay nada que puedas hacer para recuperar lo perdido, así que te dices que las cosas tuvieron que pasar de esa forma por algo... Y lo olvidas.

Te resignas a que así es y así va a seguir.

Es triste.

Al menos para Amanda, porque aún puede sentir los fantasmas de ese dolor incalculable, los remordimientos y rencores que no ha superado... Taladrándole la cabeza sin mucha consideración.

-¿Con quién estas enojada exactamente Amanda?- Dice Aníbal, mirándola fijamente.

Amanda siente un frío sentimiento erizarle la nuca.

Casa de lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora