III

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-Mandy... Vive... Vete de aquí, vive-

Sangre por todos lados, pero no hay ningún cuerpo, solo esa voz en su cabeza que repite sin parar: Huye.

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Cuando despierto la cabeza me duele un poco.

Siento mi estómago revuelto y creo que estoy a punto de vomitar.

Ya no hay luz de sol.

Eso significa que me he quedado dormida toda la tarde, no sé exactamente qué hora de la noche es.

Confundida por el repentino cambio de horario, me siento, por un momento creo que el corazón se me va a salir del pecho.

Ya no estoy en el sillón donde recuerdo que me había quedado, ahora estoy en la habitación de alguien, sobre una cama.

Intentando que mis ganas de vomitar se disipen y mis ojos se acostumbren a la obscuridad, puedo notar completamente el cuarto, es grande.

Tiene un ventanal del tamaño de una pared por donde la luz de la Luna entra entre los espacios que las hojas de los enormes árboles le permiten, no hay nada más que libros regados por todos lados y un par de muebles.

En medio de la habitación, un gran tranco de árbol pasa dejándome ver que es una tipo casa del árbol, estoy en una de las habitaciones de arriba.

Cuando enfoco la vista más en el espacio más obscuro del lugar me doy cuenta de que Johan está dormido en una especie de silla.

Me bajo de la cama, el dolor de la pierna rota y el pie que se está curando me atacan cuando me pongo en pie.

Con el sigilo de un gato me acerco a él.

Está bastante tranquilo y se ve que está teniendo un buen sueño por su expresión facial tan relajada.

Cuando estoy suficientemente cerca, lo observo con atención.

Su cabello de verdad que es negro y espeso, ondulado en los lugares correctos y está algo largo, lo que le da un aire despreocupado.

Su pálida piel casi semejante a la de un vampiro, se ve muy tersa.

Sin notarlo demasiado, mi mano viaja hasta su rostro, con la punta de los dedos le toco la nariz.

Al darme cuenta de lo que estoy haciendo, rápidamente retiro mi dedo.

No puedes hacer esto Amanda, no puedes confiar, son asesinos, son asesinos, son asesinos.

Mi cabeza se llena de esa palabra una y otra vez.

Johan se mueve buscando una posición más cómoda.

La delgada manta que lo cubre se resbala dejándome ver su pijama.

Me siento bastante sorprendida cuando veo la ropa.

Es exactamente igual al pijama que yo estoy llevando, de hecho, alguien podría decir que es la misma ropa y nadie pensaría que está equivocado.

Me dio su ropa, me alimentó, me dejó su cama... Issa me curó y se aseguró de que me permitieran quedarme aquí.

Caminé al gran ventanal, mi estómago está hecho un desastre... La tranquilidad de la vista me dio un poco de fuerza para concentrarme y aclarar mis pensamientos un poco.

Después de la comida que Johan preparó para mí, me dio el pijama y me dejó en el baño para que me cambiara.

Los tres chicos se miraban entre ellos con incomodidad... Pero fingí no notar eso.

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