Capítulo ღ XVII

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Chris comenzó a masturbarme con movimientos lentos y dolorosos que me hicieron perder la cabeza por completo.

Nunca antes había tenido una experiencia similar y no puedo negar que me había perdido de tantas cosas que me hacen sentir tan bien.

—¿Qué es lo que quieres, Minho? — me preguntó Chris tan pronto dejó en libertad mis labios.

—Te quiero dentro de mí— logré decir.

—Te mereces un castigo.

—¿Por qué?

—Por haber tenido una cita con una chica— dijo mientras se ponía de pie y me llevó cargando hasta una habitación.

Quería decirle que eso había sido un mal entendido, sin embargo, no pude pues deseo saber qué clase de «castigo» me dará.

Chris me dejó sobre el suelo y se aseguró de quitarme hasta la última prenda de ropa que estaba vistiendo para tener libre acceso de mi cuerpo ahora desnudo que está siendo estudiado por el extranjero que asintió a modo de aprobación.

—Me gusta tu cuerpo.

"A mí me encanta el tuyo", pensé.

—Esto es un cabestrillo— me informó mientras me empujaba sobre el antes mencionado; Chris aseguró mis muñecas y tobillos. —¿Crees estar listo para esto?

—Lo estoy— aseguré.

Él no tiene que saber que nunca antes he tenido sexo. ¿Verdad?

Chris se inclinó hacia mí y me besó con fuerza. Nuestras respiraciones son irregulares a causa del esfuerzo y deseo.

—¿Esto se siente bien? — preguntó el pelinegro mientras me pellizcaba el pezón que se endureció rápidamente.

—Sí, amo.

Chris elevó la mirada hasta encontrarse con la mía y entendí que había dicho la palabra clave que lo hace perder los estribos por completo y sonreí en mi interior porque ahora tengo en claro que si tengo, aunque sea un poco de efecto sobre él.

—Una de mis reglas: A no ser que te pida silencio, quiero oírte cuando jugamos. Quiero oír tus gemidos, tus gritos... ¿Entendido?

—Sí, amo— dije con tono coqueto que hizo sonreír a Bang.

Chris tomó mi miembro hinchado y goteante para acariciarlo suavemente. Se inclinó hasta que sus labios casi tocaron mi oreja.

—Quiero que sientas demasiado placer en el dolor— susurró.

Con su otra mano, pellizcó uno de mis pezones que se encuentran duros a causa de la excitación.

—Dime que sientes.

—Me siento realmente bien— admití.

Chris caminó hacia un cajón y tomó un condón y un lubricante.

—¿Qué deseas, Minho?

—Correrme— admití en voz baja.

Chris se movió alrededor del cabestrillo y se posicionó entre mis piernas. Después de lubricarse los dedos de la mano izquierda, Chris agarró el miembro con la derecha.

—Vas a correrte para mí— el pelinegro bajó su rostro y comenzó a lamer mi miembro mientras que su dedo lubricado buscaba mi fruncido agujero.

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