Loverman

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Jenny y Matt, esos eran los nombres de sus adorados hijos que eran tan solo unos críos, tan necesitados de esa atención que le era difícil darles; habían días en los que por el trabajo no podía si quiera permitirse llegar temprano a casa, y eso, molestaba por mucho a su esposo, con quien tenía las riñas más fuertes en casa. Claro que los niños podían escuchar sus peleas y no quería que aquello les cause problemas o teman de su propio padre, y por ello, necesitaba dejar las peleas para tener bien a sus hijos. Esos pequeños eran por mucho el sol en sus días más oscuros.
Claro que en una mala parte no podía divorciarse de su esposo por la custodia de sus hijos, ya que tenía todas las de perder en el posible juicio a pedir la patria potestad de los niños, claro que haber sido un adicto y alcohólico en el pasado no le traería buenas consecuencias, por lo que su historial médico y esa ida a la cárcel no daría buena espina para el jurado. Pero podía soportar cada mal trato por ver la luz de esos ojos verdes y azules que siempre le despertaban en la mañanas, claro que valía la pena.

No podía quejarse mucho de su vida como casado, después de todo, lo que salvaba la relación era la atención que recibía. Además, casarte a los veinte años nunca le trajo nada bueno después.

       Realmente estaba enamorado de la atención y cariño que le daba algunas veces su esposo, pero sabía que ese cariño del principio de su relación era apoyada por la drogas, pagadas por su pareja. Realmente le traumaba saber que su propio esposo era quien le proporcionaba su propio veneno. Aunque debía admitir que las palabras bonitas que le dedicaba podían sanar brevemente esas enormes heridas y dolor de desprotección.

       En busca de esa protección, terminaría encontrando algo mucho más valioso.

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       La más importante de sus reuniones estaba situándose en casa de su madre, quien insistió en que él y los niños fueran a visitar a la señora Live a su casa, ya que las fechas navideñas estaban tan presentes como el evidente mal humor de su esposo, el cual no estaba muy contento de ir a un hogar donde no lo querían presente.

       —A ver si abre la bruja esta, joder—Murmullaba el chico de lentes, cruzado de brazos y mirando mal a la puerta.

       —Juan por favor, que es mi madre—Suplicó Reborn, algo molesto, ya que odiaba que dijera esas cosas de su madre.

       —¿Eso cambia que sea una bruja?—Reborn atinó a rodar los ojos e ir hacia dónde su coche estaba aparcado, listo para bajar su equipaje.

       En lo que se dirigía al coche, veía por los espejos como la tercera sombra dentro de movía con parsimonia, viendo de un lado a otro con cada niño, sonriendo mucho y dejando al aire grandes vibraciones de alegría, un aura de energía tan electrizante. Reborn sonrió de más al imaginar cómo sería la escena sin la puerta de por medio.

       Al abrir, dio un gran grito grave, parecido a un gruñido. Asustando a sus pequeños quienes corrieron con la otra figura adulta que estaba en el vehículo.

       —¡Es papá!—Gritó Matt, soltándose de entre los protectores brazos de la otra persona y corriendo donde estaba Reborn.

       —¡Vaya grito, papá! ¡Sabemos que a papá Juan no le gusta venir pero no creí que a ti tampoco te gustaba!—Decia Jenny, jugando con las trenzas que colgaban tras sus orejas.

       —Saben que yo quiero mucho a su abuela, no soy yo quien pone las caras alpargata que hace su padre—Respondió Reborn, bajando a sus dos pequeños para que fueran corriendo con Juan, su otro padre.

Talk Dirty To Me (REBORNPLAY)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz