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Estaban perdidos en ese beso dulce y sereno. Habían llegado a un acuerdo de forma pacífica, como una pareja real se podría decir. Namjoon aseguró su agarre en la cintura de Jimin, regañando a ese lado de su subconsciente que deseaba acariciar las nalgas del rubio. Este último gemía en silencio por la falta de aire logrando que el mayor parara entre un beso y otro para contemplarlo y respirar. 

Era la primera vez que Jimin veía honestidad en la mirada de su compañero. Namjoon aún no lo soltaba y él tampoco quería escapar de los brazos que lo sostenían. Se sonrieron con coquetería e inconscientemente el más bajo recostó su cabeza en el pecho del peligris, escondiendo el rubor y la sonrisa de oreja a oreja que lucía en su cara. Sonrojándose aún más cuando escuchó al corazón de Namjoon galopar. 

Namjoon podría no estar enamorado del todo, pero aquella emoción que quemaba en su pecho como un sol, era refrescante y totalmente diferente a lo que sentía por Lee Dae Hwi. No iba a negar que sus sentimientos por el antes mencionado continuaban ahí. Pero algo nuevo y excitante comenzaba a crecer en su corazón gracias a Park Jimin. En un parpadeo atrajo a Jimin en un abrazo cálido.

—¡Jóvenes! La cena está servida. 

Los dos brincaron del susto separándose rápidamente. Jimin dio gracias porque fue ahjumma y no su madre quien los había ido a buscar. Namjoon se disculpó ante la mujer con una venia, no sin antes regalarle una mirada tierna a Jimin quien le hizo señas para que se adelantara. Ahjumma le dio un pequeño jalón a Jimin, tirándole bromas que lo hicieron ponerse color manzana. 

—En mi tiempo no se veía a los jovencitos profesar su amor así, debes sentirte afortunado y disfrutarlo al máximo. 

—!Ahjumma! —Trataba de imponer seriedad, pero la risa no se lo permitía. —Esto no es amor, sabes que es un contrato.

—Soy vieja, pero no tonta. —Confesó la mujer mirándolo con picardía maternal—Y a este le gustas. 

—¿Verdad? ¿Y cómo lo sabes? —Inquirió el joven siguiéndole la rima al tiempo que entrelazaba sus manos atravesando el corto pasillo que llevaba hasta el comedor donde esperaban a Jimin.  

—Solo ver como te engulle con los ojos y lo rápido que se apareció aquí después del grito que le dio tu padre al suyo. —Jimin ni podía parar de reír—No puedes negar que es guapo. 

—Sí, debo admitir que el ogro tiene sus encantos. 

Celosa la madre austera al ver a su hijo sonreír con otra mujer que no era ella. Sus ojos se llenaban de hiel cada vez que presenciaba tales escenas. Ella que siempre estuvo ocupada con viajes de negocios y aristocracia cuando en realidad necesitaba estar ahí para él durante su adolescencia. La que le regaló una tarjeta de crédito platinada cuando cumplió la mayoría de edad, ajena a las carencias emocionales de su hijo. Ella, Park Jina, se atrevía a retorcerse interiormente al ver a Jimin llegar junto a Song Moon Wol.

—¿Qué les causa tanta risa? —Inquirió cuando Jimin regresó a su asiento junto a Namjoon. —Hemos comenzado sin ustedes.

Jimin rodó los ojos ignorando la pregunta, cosa que la hizo molestar aún más. Sin embargo, mantuvo la compostura. La cena transcurrió llena de tensión, charlas de negocios y sugerencias no solicitadas sobre la boda. Tanto Jimin como Namjoon apretaban se miraban y hacían señas ante los sin sentidos que salían de la boca de sus mayores. Eran conscientes de que ese escenario se repetiría no solo en esa casa, también con los padres de Namjoon. Aunque siendo honestos, estos últimos no interferían tanto comparados a los señores Park.

Fuera de lo que eran temas de trabajo, el padre de Jimin era alguien con quien se podía compartir y hablar de todo tipo de temas. Él era un hombre dotado de sabiduría, con una mente tan afilada como abierta. No en balde era el Ministro de Relaciones Internacionales. El antes mencionado conversaba con Namjoon en una esquina de la ancha y bien acomodada sala, mientras Jimin estaba en tirado en el sofá sumergido en su teléfono. 

Life in the SpotlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora