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El frío anochecer había terminado de pintar la ciudad mientras ellos disfrutaban la agradable sensación de pasar tiempo juntos sin desacuerdos. Habían cenado en un pequeño y acogedor restaurante escondido en Itaewon. A diferencia de las demás áreas de Seoul, Itaewon es el área más poblada por extranjeros dentro de la capital sur coreana, minada de establecimientos occidentales y un público bastante cosmopolita. Esa noche habían degustado de unas exquisitas kebabs musulmanas junto a unas cervezas que lograron relajar el ambiente entre ellos.

Iban de regreso a su apartamento, acompañados de sonrisas, bromas y alguna que otra coquetería de vez en cuando. En silencio, daban gracias por aquel momento en el que la paz y algo parecido al día a día de una pareja reinaba a su alrededor. Siendo honestos, ellos solo querían alargar aquella noche en la que dejaron sus teléfonos de lado para entregarle toda la atención a su compañero.

Namjoon adoraba cada vez que los labios de Jimin le devolvían la sonrisa. Amaba la forma en la que el rubor tintaba las mejillas del rubio y cómo este era inconsciente de la lindura que desplegaba en cada gesto.

—No puedo creer que en serio hayas entrado a la casa mientras ellos hacían...eso. —Jimin se burló del peligris a su lado, quien negaba con una sonrisa de oreja a oreja al tiempo que concentraba la mirada en el camino.

—Uno de los momentos más vergonzosos...para ellos. —Aclaró jocosamente el mayor— Pensaban que jamás me iba a dar cuenta de su relación. Al contrario, eran tan obvios. Solo había que ver cómo Hoseok regresaba a nuestro apartamento con una sonrisa tonta y un paquete de galletas Oreo de diferente sabor todos los días...—Namjoon a penas pudo continuar la frase cuando fue invadido por una carcajada contagiosa. —Después de su sesión de estudios.

—Que cursi, galletitas oreo. Seguro eran esas Oreo que venían con edición especial. —Añadió el menor riendo.

—¿Cómo sabes? Creo que era como una ritual amoroso para ellos. Honestamente es un poco cursi pero es lindo ¿No es así?

—Supongo que sí —Jimin soltó un suspiro dirigiendo su mirada hacia la calle, mientras era invadido por los recuerdos de la rosas azules que recibía de Jungkook.

—Desde aquel día le di a Yoongi el sobrenombre de Oreo King.

—¡Santos cielos! —Jimin regresó su atención hacia Namjoon, llevándose las manos a la cara mientras reía sin parar— No puedo esperar a ver Yoongi hyung para molestarlo con eso.

—¡No! ¿Quieres que me mate? Min Yoongi siempre busca la oportunidad de estrallarme contra el suelo cada vez que puede. ¿Y tú? ¿Tuviste algún amor en la universidad?

El rubio volvió a dejar escapar un suspiro para luego mirar a su compañero mientras esperaban a que el semáforo se tornara verde. Los ojos de Jimin le gritaban con claridad a Namjoon lo que él ya sabía. Este último devolvió su mirada avergonzada hacia el camino, castigándos mentalmente, quizás no debía haber hecho tal pregunta. Aún así, Jimin curvó sus labios en una sonrisa nostálgica al tiempo que verbalizaba parte de las memorias que segundos atrás lo engullían en silencio.

—Jeon Jungkook fue mi primer y único amor. Él siempre me traía rosas azules al campus, nos conocimos de una forma bastante cliché. Pero como dijiste antes, esas cosas en su momento son lindas. Supongo que todos pasamos por esa fase. —Concluyó encogiéndose de hombros.

Namjoon no podía negar que sintió un hilillo de celos al ver el brillo en los ojos del rubio cuando hablaba de su ex. Entonces el deseo de borrar tales de recuerdos de la vida de Jimin se apoderó de él. Si algo había comenzado a ocupar su mente últimamente, eran las ansias de convertirse en el único hombre capaz de hacer a Jimin sonreír y suspirar de la misma manera que lo hacía al hablar de su ex pareja.

Life in the SpotlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora