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Un abrazo que no significó nada, pero los hizo sentir sensaciones extrañas. Ebrio y cansado el pelirrojo era sostenido por el más alto, quien con la mano que le quedaba libre movía sus dedos a toda velocidad sobre la pantalla de su móvil. Entraron en el complejo de apartamentos abrazados por el fresco nocturno, escuchando solamente los sonidos que emitía la noche. Si de verdad estuvieran enamorados, caminar acompañado del mayor sería divertido. Pensó Jimin antes de verbalizar su próxima oración.

—Por dios, mírate —El tono burlón que usó el pelirrojo recibió una mirada retorcida— ¿No habría sido más conveniente que me dejaras y te fueras detrás de tu perro guardián? —Jimin se reclinó a la pared del elevador intentado calmar sus nauseas. — Incluso puedo sentir el sudor de tu mano sobre mi muñeca. —Continuó soltándose el agarre.

Namjoon solo chasqueó la lengua sin mirarlo. Estaba evitando no decirle una grosería. Jimin desbordaba su impaciencia, tenía esa habilidad que atacaba a su cordura de una manera que nadie más lograba, y como si fuera poco al otro del teléfono Lee Dae Hwi no le ofrecía calma alguna tampoco. Namjoon cerró los ojos respirando suavemente.

—La pregunta del millón es, ¿qué sentido tiene que me hayas traído a tu casa cuando perfectamente podías llevarme a la mía? Que tontería preguntar lo obvio, está claro que viven en el mismo complejo. Oye, respóndeme. Llámame a un taxi ahora mismo.

A regañadientes, como un niño al que le daban pataletas, Jimin se detuvo antes de entrar. Kim Namjoon carente de paciencia y estribos, contó mentalmente rezándole a cualquier deidad que callara la boca al pelirrojo, porque si no él mismo se vería obligado a hacerlo. Con el ceño fruncido como un toro a punto de arremeter contra su enemigo, Namjoon no tuvo reparo en tirar de la mano de Park Jimin quien boqueaba estupefacto por el atrevimiento de su acompañante.

Últimamente todo en su vida era a la fuerza, se quejaba Jimin dando agarres inefectivos a Namjoon para que lo dejara ir. La luces y lámparas obedecieron a las pisadas del dueño de la casa, como por arte de magia todo se iluminó dándole vida a un apartamento minimalista, metódicamente organizado. Muebles grisáceos sobre la madera del piso que resaltaba la alfombra color crema a juego con las paredes. Cada espacio estaba bien distribuido y adornado con pura sutileza.

El aromatizante del lugar irónicamente olía igual que la esencia del susodicho secretario. Las personas se enamoran, se ciegan y se obsesionan por cosas que, aunque parezcan majestuosas, son ridículas e insignificantes. Se dijo Jimin mentalmente. Ese hombre veía por los ojos de Lee Dae Hwi, y eso estaba más claro que la nieve en Alaska. La interrogante era ¿Por qué le molestaba a Jimin tal hecho?

Namjoon no había mencionado palabra alguna luego de haber empujado al menor hacia el sofá e ido a la cocina por agua y una pastilla de Alka Seltzer. Refutaba, maldecía por lo bajo mientras respondía cada mensaje que Dae Hwi mandaba a la velocidad de un huracán. Se sirvió un copa de vino, la tomó de un trago y regresó a la sala donde Jimin se colocaba los zapatos a punto de irse.

Como cuando se quiere, pero no se puede. Cuando el cuerpo reacciona y el cerebro se detiene. Namjoon tiró de Jimin hacia atrás.

—¿Qué demonios te sucede? Maldito loco obseso, agresivo.

—No te voy a gritar, has colmado mi paciencia con tus idioteces y esa conducta tan renuente —Habló con suavidad controlando el tono de voz, pero sus ojos se inundaron con frialdad—Yo te estoy haciendo un favor ¿Piensa bien si nos conviene que te vean borracho en cualquier lugar? ¿Se te ha olvidado quién demonios eres Park Jimin?

—¿Desde cuando a ti te importa lo que me suceda?

—Desde que estamos jodidamente comprometidos tú eres mi problema, pero no dejaré seas el problema en mi relación de verdad. —Namjoon alzó la voz finalmente y Jimin se rió a carcajadas irónicas.

Life in the SpotlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora