Capítulo 12

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"He aprendido que la gente olvidará lo que dijiste y olvidará lo que hiciste. Pero nunca olvidará lo que les hiciste sentir."

― Maya Angelou



POV Beatriz

Veo la puerta del baño cerrada y respiro profundamente.

¿Por qué me pasó eso? ¿Cómo es que un recuerdo puede llegar al presente y ahogarme de esa manera?

Me llevo la mano al rostro y me quito las gafas. Cierro los ojos y trato de calmar mi mente, de serenar mis pensamientos.

Yo creí que sería más fácil, no se me ocurrió pensar que las sensaciones me despertarían esto... esto que sin dudar yo llamaría... temor.

Yo sé que fue lo que detonó este pequeño ataque de pánico, se bien que no suena a una respuesta lógica, pero es la única explicación que tengo y sé que debo hablar con él, debo darle una explicación a Armando.


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Meses atrás...


Hace un par de días que encontré la carta, esa asquerosa carta que ahora tengo escondida en la bolsa, junto con todos sus otros malditos detalles.

Permanece en la oficina porque aquí en mi habitación correría peligro de ser encontrada por alguno de mis padres, eso solo causaría una mayor desgracia.

Quise engañarme, creer que no era cierto, que todo era una broma, pero al fin no tuvo sentido seguir pensándolo, menos cuando regresando en el tiempo las palabras escritas enganchaban tan bien con los hechos, y fue cada momento más claro aún que él seguía las instrucciones, que la carta hablaba de cosas que él se encargaba de hacer realidad.

En un principio quería morirme, quería tan solo dejar de existir y llevarme conmigo este dolor tan grande que ahora tengo enganchado permanentemente en el pecho.

Lo pensé mucho mientras íbamos de camino a mi casa, en el carro de doña Catalina y lo tuve casi que decidido.

Por un momento pensé que era lo mejor, que ya eran dos veces que mi vida era destruida por un hombre sin escrúpulos, y que así no volvería a sucederme, porque no quería seguir siendo presa fácil. Alcancé incluso a definir un plan sencillo pero eficaz para acabar con mi existencia rápidamente.

Pero continúe pensando en eso y la ira que sentía tomó fuerza sobre el dolor. Decidí que no le daría ese gusto, que no lo dejaría acabar conmigo y que ya no le daría nada más de mí.

Armando Mendoza ya había tomado mi lealtad, mi amor incondicional, había tomado mis valores, mi conciencia, mi felicidad, había tomado incluso mi cuerpo y se había burlado por completo de todo eso, lo había ensuciado y abusado, todo con la complicidad de su amigo.

Yo me sentía maltratada, humillada y abusada, sentía que entre los dos me habían ultrajado de la manera más cruel.

Él no merecía tomar nada más de mí, yo no se lo permitiría aunque me costara un mar de lágrimas.

Y es que lo amaba tanto... aún lo hago, a pesar de todo y como una gran imbécil, yo aún lo amo.

Ahora sé que era un engaño, pero yo en las dos ocasiones que estuve con él en verdad sentí que él me amaba, sentí lo especial y cariñoso que era conmigo. Es tan confuso y doloroso.

La primera vez fue muy extraño porque en un principio me dijo que no podía hacerlo, yo pensé que se trataba de remordimiento por doña Marcela, por estar traicionándola con una mujer... como yo. Pero él me respondió que no se trataba de eso, me dijo que me amaba y yo en verdad se lo creí. Cómo la ingenua que soy yo se lo creí.

IlusiónWhere stories live. Discover now