(2) Sin palabras

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Jimin y los demás entraron como si fuera su segunda casa

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Jimin y los demás entraron como si fuera su segunda casa. En realidad, básicamente lo era. El Black Swan, aquel edificio que en su momento había sido un pequeño hotel de poco prestigio ahora era el punto de reunión de toda la comunidad gótica de Seúl. Podías encontrar cualquier un poco de todo, pero sobre todo podías encontrar gente vistiendo de negro. Los techos altos y decorados con diversas pinturas eran lo único común a todo el establecimiento. Eso y las molduras de escayola que adornaban techos y columnas. Todas las estancias eran espaciosas y acogedoras, con iluminación difusa y tenue; a pesar de todas ellas contar con al menos una lámpara de araña. Si bien esta era las más veces de adorno y otras pequeñas lámparas de pie hacían el verdadero trabajo Todas tenían un aura semejante; aunque en cada una predominaba un color diferenciándola del resto.

Nada más entrar accedías al hall . Allí, a tu derecha, te recibía un mostrador de madera lacada que solía estar vacío excepto los días en los que se celebraban tertulias literarias o algún otro evento, para guiar a los recién llegados. Adornaban las paredes de color gris marengo un sin fin de retratos y autorretratos de literatos y pintores de hacía siglos. Los marcos de color oro oscurecido destacaban majestuosamente, igual que lo hacía el diván que había pegado a la pared izquierda, pues sus patas y respaldo estaban decorados en el mismo tono. Esto hacía que el tapizado negro resaltase incluso más.

Había un par más como este en la cafetería, que era la segunda estancia. No obstante, estos iban a juego con el púrpura oscuro de las paredes. Múltiples mesas negras se esparcían por la habitación. Eran casi todas de diferente tamaño; sin embargo, seguía pareciendo escrupulosamente ordenado. Las mesas más pequeñas contaban con sillas negras labradas; mientras que las más grandes contaban con algo más parecido butacas de estilo Luis XIV de color morado muy oscuro.

Todas las mesas, casi sin excepción, servían de soporte a múltiples cafeteras. En aquel sitio, la gente no estaba acostumbrada a pedir simplemente una taza de café; los pedidos más bien funcionaban por cafeteras o jarras. Era curioso que luego tantos clientes se quejaran de no poder dormir bien y bromearan con ser vampiros. Dichos pedidos se hacían en una gran barra que imitaba ser de mármol negro. La pared tras ella era toda de espejos, haciendo que la sección de la cafetería pareciera aún más espaciosa de lo que ya era.

A través de esta se accedía o bien a la biblioteca o bien al salón de baile. La biblioteca era poco más que eso. Nadie sabía de qué color eran las paredes, pues todas ellas estaban ocultas tras magníficas estanterías que ocupaban de suelo a techo y de esquina a esquina. Lo único que quedaba libre eran las puertas y prácticamente lo único que no estaba compuesto de tapas y páginas era algún busto de algún escritor y, por supuesto, uno de Palas Atenea y un cuervo.

Había libros de cualquier época y autor, en diferentes lenguas y en diferentes estados de conservación, también. Más de un cliente había sido expulsado de por vida por tirar una bebida encima de algún ejemplar. Allí podías ir y leer tranquilamente, comentar tus lecturas en voz baja con algún amigo; pero nunca llevarte los libros a casa.

Si te amo, ¿a ti qué te importa? · [ JIKOOK ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora