(29) Un príncipe y su ángel

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El paraguas era, sin duda, una molestia; pero aquel abrigo de tela de camisa no era, ni por lo más remoto, impermeable. Exhaló con pesadumbre y se resignó a tener que seguir alzándolo cada pocos metros para evitar chocarlo contra las cabezas de la gente y a tener que disculparse continuamente por mojar a otros viandantes en el proceso.

Había querido aprovechar el buen tiempo para caminar. Durante los meses anteriores se había movido casi exclusivamente en el asiento trasero de un coche (véase un taxi o el de alguno de sus hyungs, obviamente); pero ahora, al fin podía caminar por la calle sin sentir que se iba a quedar sin dedos de un momento a otro. No obstante, parecía haber escogido el peor día posible para bajarse sel autobús una parada antes.

A pesar de la constante llovizna, no trató de andar más rápido. Por el contrario, intentó enfocarse en disfrutar del paseo y pronto vio aquel alto edificio de oficinas dibujarse ante él. En alguna de aquellas ventanitas estaría cierta persona con dos coletas y coleteros con forma de frutas que tanto adoraba. Se apostó en la puerta y comprobó que había terminado llegando algo más de diez minutos antes de la hora. Suponía que le tocaría esperar. Solo quedaba desear que la reunión no se alargara mucho.

En un par de semanas se cumplirían cien días desde que Jungkook preparó aquella fastuosa cena y él se tiñó el pelo de rosa por primera vez. Por primera vez. Porque sí, con el tiempo se había ido acostumbrando a aquel color y aún lo conservaba. A su ángel le gustaba, a él le gustaba y, aquello, aunque sobre todo lo primero, hacía más fácil de sobrellevar las miradas en la universidad y los comentarios de sus hyungs. A pesar del tiempo que había pasado con aquel color, sus bromas no habían cesado, ni tenía pinta de que fueran a hacerlo.

Aún no tenía claro qué preparar o qué iban a hacer en general. Se preguntó si iban a intercambiar regalos... Era la primera vez que celebraban algo así y aún no sabía qué querría Jungkook. Le preguntaría. Sonrió. Con el tiempo preguntar se había ido haciendo más y más fácil. Ya no se sentía estúpido, ni incompetente preguntando. Su ángel nunca le tomaba por tonto cuando algún recuerdo le hacía bloquearse y no sabía qué hacer o, cuando simplemente, sin ningún otro estímulo, no sabía cómo proceder con algo. Amar a Jungkook era fácil.

—¿Estás contándote un chiste a ti mismo?

En lo que había estado divagando sobre su "aniversario", debía haber pasado el suficiente tiempo como para que su ángel terminara la reunión, recogiera y bajara. Wow, sí que debía haberse despistado.

Estaba tan precioso como siempre. ¿Y cuándo no? Aunque tan desabrigado como de costumbre, también. Aquel jersey de cuello de pico rosa que tantos recuerdos le traía, no era, en ningún caso adecuado para aquel día lluvioso.

—Estaba pensando en ti y eso siempre me hace sonreír, ya lo sabes —respondió con naturalidad mientras le tendía el paraguas.

El moreno, aprovechando que se había acercado, le dio un fugaz beso en los labios. Aunque llevaran algo más de tres meses juntos, Jimin seguía sintiéndose incómdo con según qué muestras de afecto en público y Jungkook intentaba mantener un balance entre demostrarle que le quería siempre, todos y cada uno de sus días, sin importar las circunstancias y respetar sus límites. El mayor se sonrojó y se enfocó en sacar una bola de tela negra de su bolso. Se giro, y sin mediar palabra, se lo colocó a Jungkook sobre los hombros. Era una capa corta de tela ligera, con capucha y con botones plateados. Había pertenecido en algún momento a Jimin; pero desde que el más joven la había descubierto en el armario del otro solía robársela con frecuencia.

—Gracias —murmuró mientras se la ajustaba.

—Supuse que habrías vuelto a salir de casa rápido y desabrigado y ayer sonabas algo ronco por la noche. —Le encantaba cuidar a su ángel; no obstante, a veces sentía aún que tenía que justificarse y dejar claro que no quería tratarlo como a un niño—. No quería que te pusieras malo del todo.

Si te amo, ¿a ti qué te importa? · [ JIKOOK ]Where stories live. Discover now