Capítulo 4

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Dormí cómo si hubiera ganado los malditos premios Gramy's. No sólo por lo exageradamente grande que era la cama para una sola persona, sino porque el sentimiento de haber limpiado el suelo con Brad se sintió acogedoramente victorioso.

De repente, el día parecía sonreírme.

Me levanté y tomé una ducha. Luego opté por lucir mi vestido casual preferido, y así descalza decidí ir hasta la cocina.

Tenía la esperanza de encontrarlo y planeaba sonreirle triunfalmente para burlarme al respecto, pero no lo encontré. Miré el reloj de pared, eran apenas las nueve.

Moría de hambre, así que no me quedó más opción que acercarme a la cocina a prepararme algo.

—Buenos días —saludé vergonzosamente a la señora que ya estaba allí preparando el desayuno.

Volteó un poco desorientada al escuchar una voz extraña, supongo, pero luego su mirada de susto fue reemplazada por una amplia y cariñosa sonrisa.

—Buenos días. Elizabeth ¿verdad?

—La misma —sonreí inevitablemente. Su simpatía era contagiosa.

Vi cómo disimuladamente me observó de pies a cabeza, y a diferencia de la expresión que recibí de la señora Sinclair, ella asintió y pareció más conforme con mi forma natural de ser.

—Y usted... —dije sin terminar, con la intención de descubrir su nombre.

Tenía aspecto a las típicas abuelas cariñosas y de hogar. Emanaba mucho amor, y con tan sólo observarme sentí cómo me abrazaba tiernamente. Sin mencionar que el aroma que rodeaba la cocina me hizo recordar a cómo se sentía vivir en un hogar.

Hace tiempo que no me sentía en uno...

—Oh, lo siento. Perdón por mis malos modales. Soy Glenda, pero puedes llamarme Glen.

—Un placer conocerte Glen —sonreí, y estreché su mano que había tendido luego de limpiarse con el repasador que colgaba de su delantal blanco impecable.

—El placer es mío Elizabeth.

—El aroma que sale de aquí es increíble —mencioné, perdiéndome en el sartén que manejaba profesionalmente.

—Oh, muchas gracias querida.

—Sólo verlo sabe delicioso.

—Y eso que todavía no lo probaste... —sonrió juguetonamente—. Siéntate, en un segundo te serviré —señaló el taburete justo al frente suyo.

—Oh no Glen, no te hagas problema. Puedo encargarme —me ofrecí para que no sintiera esa presión de mi parte, pero en realidad estaba muriendo por un poco de ese tocino.

—Señorita Elizabeth, para eso estoy aquí.

—No quiero ser una molestía, en serio.

—No lo eres. Además, no puedes perderte del mejor desayuno que probarás en tu vida. Dudé unos segundos, y ella aprovechó para insistir.

—¿Elizabeth, en serio rechazarás a esta pobre anciana?

Y con eso supo que terminaba de convencerme. Me sonrojé y rodeé la isla hasta llegar al taburete.

—Puede llamarme Lizz —agregué, mientras me disponía a observar cómo manejaba al mismo tiempo la sartén, la tostadora y el agua que estaba a punto de hervir.

—Lizz será entonces.

Me sorprendí como hablaba con total normalidad y se movía sin perder el control ni echar a perder lo que estaba cocinando.

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora