Capítulo 18

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Quedé descolocado desde que recibí ese mensaje. No recuerdo cuánto tiempo pasó desde la última vez que vi el nombre de mi hermano en la pantalla del móvil, y será por eso mismo que su notificación me impactó tanto.

Estuve analizándolo, pensando cuál podría ser su estrategia detrás de todo esto, pero no se me ocurrió nada. ¿Por qué perdería el tiempo intentando solucionar las cosas? No encuentro razón lógica más que ser el pollerudo de Richard.

A lo que se dedicaba normalmente, claro.

Sólo el hecho de pensar que debía verlo esta noche me ponía de mal humor, pero, en realidad, era una buena jugada. Jugar el rol del buen e inocente hermano, de interesarme por hacer las paces y llevarme bien con "la familia". Dejarle creer que estaba jugando "en sus juegos".

Todo sea por el maldito bien común.

—¿Existirá el día que no me alegre con su presencia? —suspiré agotado apenas entré en mi cocina, dejándome caer en el taburete frente a la isla.

—Esperemos que no. Supongo que ese día serán malas noticias para mí —sonrió Glenda, contenta al verme aparecer.

—Ese día jamás existirá, estoy seguro —aseguré perdido en el panqueque que volteaba en la sartén.

—¿Prefiere servirse aquí o en el comedor?

—Relajarme en mi sofá no estaría mal ahora que lo pienso.

—¿Se refiere al sofá que terminó en el depósito gracias a la señorita Elizabeth? —se burló un poco divertida.

Revolee los ojos.

Lo había olvidado.

—Supongo que será aquí.

—Enseguida —asintió y sacó el panqueque del fuego.

—Hablando de Elizabeth, ¿dónde está? Hay mucho silencio en la casa para ser ella.

—Se encuentra en la sala. Nos pidió privacidad, supongo que a eso se debe su ausencia.

—¿Privacidad? ¿Para qué?

—No suelo cuestionar órdenes —levantó sus cejas y expandió sus ojos curiosos, lo que interpreté como: "Véalo usted mismo".

—Iré a avisarle de la merienda —me excusé.

—Sería muy amable —asintió con una mirada traviesa que no supe descifrar.

¿Qué le sucedía a Glenda? Me lo preguntaba muy seguido a veces.

Fui hasta la sala solo por curiosidad. Si Glenda decía que había algo extraño, es porque realmente lo había.

Sentí, a medida que me acercaba, como pequeñas risas aumentaban alzándose cada vez más fuertes. No fue hasta que llegué a la puerta que entendí lo que se oía a lo lejos como balbuceos y susurros.

—¡Que no! En el cuello no —escuché claramente a Elizabeth, antes de alzarse en risas otra vez—. Detente, detente por favor.

Después de unos segundos de risas oí un suspiro profundo, por lo que supuse que las cosquillas habían pasado.

—Está bien, en el cuello no —se oyó una voz diferente.

—Ya no confío en ti.

—Oh vamos, solo eran cosquillas —suplicó la voz aún desconocida.

—¡Pero las odio!

—Prometo no volver hacerlo.

Dudó, pero Elizabeth terminó cediendo.

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Where stories live. Discover now