Capítulo 10

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Mi respiración iba tan agitada que temía sufrir un puto ataque al corazón.

Sabía que esto era obra suya, y esta vez... Esta vez definitivamente se había pasado de la raya.

Mis pies subían de dos en dos los escalones, y de unas cuántas zancadas llegué al otro extremo de las escaleras.

A mis espaldas se escuchaba el correteo de las personas abandonando rápidamente el lugar, ya que la música también había sido detenida.

¡¿En qué demonios estaba pensando?!

Debía contenerme. Por más furia que corriera por mis venas, sabía que no debía perder la cabeza con ella. No podía dejar que viera esa parte de mí; en eso no había opciones.

Avancé de las escaleras hacia el gran pasillo de la planta alta, y si bien había pensado que me costaría encontrarla, o en su defecto, me costaría convencerla de que abra la maldita puerta de su habitación, no fue lo que sucedió. Apenas hice dos zancadas la encontré caminando nerviosa hacia su cuarto, pero extrañamente lo hacía en diagonal, cómo si hubiera salido de una de las tantas habitaciones a nuestro alrededor.

Le resté importancia. Ella estaba de espaldas a mí, pero aún así supe que con sólo observar su piel al desnudo, su vestido iba a volverme loco.

—¡Elizabeth! —llamé a su nombre con un tono más grave de lo normal.

Estaba enojado, y ella tenía en claro que iba a estarlo. Después de todo, supongo que lo hizo con ese estúpido propósito: enfadarme.

—¡Ey! —la escuché decir casi susurrando.

Volteó lentamente, y eso sí que fue mi perdición.

Maldita sea. ¿Por qué demonios viste así?

La mayoría de su piel estaba expuesta bajo su vestido, y sus malditos senos fueron los tentadores a quedarme observándolos por minutos.

Pero maldición... ese vestido era perfecto en su cuerpo.

El enorme escote se robaba el protagonismo, luego de su cintura al desnudo y sus piernas expuestas con cada paso que daba. Esos cortes en la pollera fueron mi maldito infierno... aproximaban su zona más íntima y me tentaban a querer buscar más.

—¡Llegaste! —fingió emocionarse con mi presencia.

Requerí de todas mis fuerzas para tomar un pantallazo de su cuerpo y volver a sus ojos. Tenía que concentrarme en ellos, en la gravedad del asunto.

Caminé decidido hacía ella, clavando mi mirada en la suya. Tan concentrado, cómo si quisiera asesinarla con tan sólo observarla.

No necesité demasiado para darme cuenta que algo andaba mal con Elizabeth. Estaba... ¿nerviosa? ¿ansiosa? No sabría cómo describirlo.

—¡¿Puedes decirme en qué demonios estabas pensando para hacer una maldita fiesta, en MI casa y sin MI consentimiento?! —La brusquedad explotó por sí sola.

Vi cómo sus ojos se abrieron de par en par, asustados ante mi grito.

—¿Una fiesta? —preguntó haciéndose la desentendida—. Yo no hice ninguna fiesta.

—¿Ah no? ¿Y cómo demonios explicas lo que sucede en mi maldita sala de estar? No, espera, voy a corregirme. ¡En mi maldita casa!

—Sólo organicé una pequeña reunión—. Tuvo el tupé de reírse en mi cara.

—¿Una pequeña reunión? ¿Es broma?

—Sólo invité a unas cuántas personas.

—¿Unas cuántas personas? ¿En serio? ¡Ni siquiera sabes cuántas personas hay aquí!

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Where stories live. Discover now