Capítulo 7

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Comenzó la misión "hacer imposible la vida de Brad", y estuve pensando toda la maldita noche cómo llevarlo a cabo. Pensé en imitar su actitud: ser una amargada que sólo emite dos palabras en todo el día, pero luego me di cuenta que con eso le estaría haciendo un favor. Después de todo es lo que él quería, no escucharme hablar. Entonces pensé, ¿de qué manera puedo hacerlo enfadar, además de parlotear sin sentido todo el día? Y se me ocurrió empezar por pequeños detalles...

—Buenos días Glenda —aparecí sonriente por la cocina desierta.

—Buenos días Lizz —sonrió curiosa, pero no preguntó nada al respecto.

La emoción en mi rostro era muy obvia.

—¿Qué desayunamos hoy? —pregunté, disponiéndome en el taburete de la isla.

—¿Desayunamos? —repitió un poco confundida.

—Sabes que tú desayunas conmigo, si o si.

—Claro, lo había olvidado.

—Tranquila, siempre habrá comida de más —golpeé el asiento a mi lado.

Ella negó con la cabeza y divertida tomó asiento.

—¿Cómo estás? —intenté sacar un tema de conversación.

—Muy bien, ¿y usted?

—Y tú Glenda, y tú —aclaré haciendo referencia a la manera formal que tenía para tratarme. Ella asintió con la cabeza—. Yo me encuentro muy bien.

—Durmió hasta tarde... ¿noche difícil? —levantó una ceja divertida.

—Ni te imaginas —revoleé los ojos al recordar la estúpida actitud de Brad.

Me había levantado tarde de la cama, a propósito. No quería cruzarlo por ninguna casualidad, aunque había despegado los ojos temprano al no poder descansar con tantas ideas rondando en mi cabeza.

—Esos eventos suelen ser un poco cansadores —empatizó Glenda.

—Definitivamente lo son.

—Pero algo la tiene feliz... —insinuó, dándome pie para hablar.

—Sí, así es —sonreí, mientras analizaba su expresión.

El brillo en sus ojos resplandecía, y su sonrisa traviesa se extendía de punta a punta.

—Le sienta bien —dijo un poco en serio. Por un segundo sentí que sus palabras eran ciertas y parecía alegrarse de verdad.

—Tengo una idea rondando en mi cabeza que no me deja en paz —admití.

La curiosidad estaba matándola, lo notaba, pero sabía que no se atrevería a cruzar por su cuenta esa delgada línea entre lo profesional y lo informal.

—¿Quieres saber de qué se trata? —pregunté, suplicando indirectamente por su complicidad.

—No voy a mentir diciendo que no me intriga —sonrió de lado y de un intercambio de miradas nos entendimos.

Hablar con Glenda se sentía como estar con mamá exactamente antes de tomar la decisión de irme de casa, un poco más seria de lo que sería en verdad, pero así de acogedor y confortante.

—Pensé que a este lugar le vendría bien una remodelación —dije en tono misterioso.

—¿Una remodelación? —preguntó atónita al imaginárselo.

—Sí, ya sabes... —miré a nuestro alrededor, específicamente a las paredes extra blancas de la cocina—. Un poco de color, algo más llamativo, con vida, alegre...

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Where stories live. Discover now