Capítulo 17

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La puerta se abrió bruscamente. Me sobresalté. Era él. Estaba de pie con el manillar en su mano aún, mirando fijamente hacía mi dirección.

Lo observé confundida por unos segundos, intentando caer en lo último que había sucedido antes de que el sueño me absorbiera por completo.

—¿Qué demonios? —pregunté, llevando una mano a los ojos para cubrirlos de la candente luz que se le había ocurrido encender.

—Levántate. Ahora mismo —ordenó.

—¿Qué carajos Brad? —Intenté buscar un reloj a mis alrededores, pero no lo encontré y me sentí aún más perdida.

¿Qué? ¿Eran las nueve de la mañana? ¿Las cuatro de la madrugada? ¿O acaso había pasado de largo y Brad ya había vuelto de trabajar?

—Que te levantes ahora, Elizabeth.

Su voz sonaba amenazante.

Estaba enfadado, me di cuenta por su forma torpe de caminar.

Avanzó hasta mí y descaradamente, de un tirón, se deshizo de las sábanas que me cubrían.

—¡Ey! —reclamé histérica, no solo por la entorpecida forma de levantarme, sino porque claramente estaba invadiendo mi privacidad.

Intenté atrapar la sábana para cubrirme nuevamente, pero su torpe agarre capturó en el momento justo uno de mis brazos de dónde me obligó a levantarme.

—¡Está bien! ¡Está bien! —cedí a los gritos cuando me llevó caminando así varios metros. Dolia—. Caminaré, sola. Sólo suéltame.

Tironeé su agarre y logré desprenderme.

O fue que él me soltó, no lo sé.

—¿Qué es lo que sucede? —pregunté asustada por la urgencia de salir.

—Sólo camina.

—¿A dónde vamos? —insistí, pero no obtuve respuesta.

Inteligentemente decidí callar.

No iba a rogarle por una respuesta, más considerando nuestra última conversación. Me había sentido una estúpida. Desde mis ridículas súplicas a qué cediera a hacer algo que había dejado en claro en más de una ocasión que ya no hacía —en pocas palabras a ser mi amo— hasta el ridículo evento en el cuál no sólo fui una tonta por seguir sus órdenes, sino también, por pensar que era parte de este juego que habíamos creado, y que sólo fue una jugada más en sus estúpidas ideas para hacerme creer algo totalmente opuesto.

Además, ¡¿Camille?! ¿Qué demonios pretendía?

Me enfadé conmigo misma. ¿En qué momento me había convertido en lo que en un comienzo había repudiado? Ser una estúpida más cayendo en los juegos del Capitán.

Las palabras de mi primo Marc el día que vi por primera vez la fotografía del capitán resonaron una y otra vez en mi mente.

"—Con qué colega ¿eh? —pregunté embobada en su imagen.

—Sí, lo sé. Él logra esa reacción en muchas personas."

En ese momento estaba segura: no podía ser una de ellas. Definitivamente no era una de ellas.

Pero, ¿qué demonios sucedió?

—Siéntate—. Su voz me devolvió de mis pensamientos.

Lo miré un segundo, y en otro observé lo que nos rodeaba. Estábamos en una habitación, totalmente distinta a la suya y a la mía también. Esta parecía ser neutra. Sus paredes eran blancas como el resto de la casa, pero a diferencia de las demás estaba poco amoblada, con una simple cama en medio, una mesita de noche a su costado, un ropero vacío y un sofá en un extremo. No había cuadros, ni cortinas, ni color. No tenía vida prácticamente.

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Where stories live. Discover now