Capítulo 12

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Contarle sobre mis planes no debería resultarme tan difícil. No luego de su minucioso estudio sobre mí comportamiento, pero sin una razón coherente, lo hacía. Y es que hablar de cualquier tema que involucrara a mi familia de por medio me complicaba la existencia.

—Este lugar es precioso—. Su voz me devolvió a la realidad.

Me sentía raro, y había estado perdiéndome en mis pensamientos durante los últimos diez minutos.

—Me alegra que te gustara —dije, considerando que sinceramente había venido a este restaurante pensando que sería del gusto de Elizabeth.

Sí, tuve un pequeño detalle y la invité a cenar. A veces consideraba lo que los demás decían... exactamente cuando quería, o cuando convenientemente lo necesitaba.

Una joven muchacha se acercó vestida formal, y de una forma gentil nos ofreció su carta la cual dejó a nuestra disposición y luego se marchó dándonos un momento. No levanté la mirada para observarla, y tan sólo me concentré en mis manos.

Aún seguía pensando la manera de hablar con Elizabeth acerca del tema.

—Guau —escuché sus suspiros profundos—. Esto tiene un millón de opciones. ¿Cómo demonios sé lo que quiero?

No me gustaba pedir favores, y aunque en teoría no lo estaría haciendo, no entendía porque sentía que sí.

Elizabeth, por favor, sálvame de este infierno llamado familia.

—¿Sabrán que los platos deberían estar escritos en nuestro idioma? —sonó enfadada—. Digo, porque no entiendo un carajos el italiano.

Levanté la mirada de mis manos para observarla. Su ceño estaba fruncido y con enojo miraba la carta.

—Sólo elige uno al azar —aconsejé, ya que mis humores para ser traductor no eran los mejores.

—¿Y qué puedes recomendarme?

—Las pastas son buenas—. Fue todo lo que dije antes de erguir mi espalda y apoyarme en el respaldo de la silla. En mis manos tenía un pequeño medallón con el que solía desestresarme usualmente haciéndolo girar una y otra vez.

—¿Eso es todo lo que dirás? —preguntó un poco ofendida.

Me encogí de hombros.

Los minutos de espera se hicieron segundos, y en menos de lo que pude pensar la joven camarera se acercó otra vez.

—No le diste un vistazo —susurró Elizabeth preocupada.

Pero no lo necesitaba, porque apenas la mujer se detuvo a tomar nuestro pedido canté lo que todas las veces consumía.

Me dio intriga saber cómo sería su mirada y la levanté sútilmente para encontrarla mirándome descolocada.

—¿Qué? —me encogí de hombros.

—Para mí lo mismo —dijo automáticamente.

Claro estaba que no iba a poder decidirse.

Se me escapó una media sonrisa y volví a lo que mis manos sujetaban.

Supe que ya estábamos solos cuando su actitud fingida se distendió y enojada imitó mi gesto; erguir la espalda y reposar en el respaldo de la silla.

—Bien, suéltalo —dijo sin rodeos.

—¿Qué? —pregunté un poco confundido de su franqueza. Su comentario bastó para captar mi atención.

—Lo que seas que estés pensando dilo de una vez. Estoy lista.

—¿Por qué crees que estoy pensando?

TUS SOMBRAS [ + 18 ]Where stories live. Discover now