II; Interrogatorio.

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6 de noviembre, 2038

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6 de noviembre, 2038. Estación de policía de Detroit. 0:42 a.m.

— ¿Por qué lo mataste? — La voz de Hank sonaba solitaria y firme en aquella fría y poco iluminada sala de interrogatorios. — ¿Qué pasó antes de que cogieras el cuchillo? ¿Hum?

Gavin, Chris y Connor te hacían compañía al otro lado de la sala. Los cuatro mirabais por el cristal el intento de interrogatorio que pretendía hacer tu tío, sin ningún tipo de éxito.

— ¿Cuánto estuviste en el desván? — Silencio. — ¿Por qué no intentaste escapar? — Más silencio.

Hank chasqueó los dedos delante del divergente, y aún nada. Harto, dio un fuerte golpe en la mesa. Te asustaste internamente, pero eras capaz de disimularlo.

— ¡Joder, di algo de una maldita vez! — Silencio. — A la mierda. Yo me largo... — Informó, mientras salía de la sala e iba adónde estabais vosotros.

Tu café seguía ardiendo, pero decidiste tomártelo igual. Era ya pasada la medianoche, no estabas para saltarte el sexto café del día. Cafeína, ese era tu gran amor ahora.

— Perdemos el tiempo interrogando a una maldita máquina, no le sacaremos nada. — Hank se sentó a tu lado mientras suspiraba.

— Podríamos forzarle un poco. — La odiosa voz de Gavin sonó, interrumpiendo el escaso y corto silencio que se había instaurado en vuestro grupo. — Si total... no es humano. — Sonrió.

Como odiabas esa puta sonrisa cargada de chulería y superioridad.

— ¿Qué tal si dejas de decir tonterías, Reed? Me tienes harta con tus inútiles comentarios. — Soltaste, a esas horas y a esas alturas de tu vida, te daba absolutamente igual con quién meterte. Y más si era con el idiota de Gavin Reed.

— ¿Qué tal si dejas de defender a las máquinas, preciosa? — Soltó, contraatacando.

Tanto tú como Hank ibais a responderle de la peor manera posible, pero otra voz os lo impidió.

— Los androides no sienten dolor. Solo lo dañará y así no lo hará hablar. — Habló Connor, con suma conciencia. — Además, los divergentes tienden a autodestruirse cuando están en situaciones de mucha presión.

Gavin empezaba a impacientarse con las palabras del androide.

— Vale, listillo. — Dejó de estar apoyado en la pared para dirigirse a Connor. — Entonces, ¿qué hacemos? — Su tono de voz seguía siendo burlesco.

— Lo podría interrogar yo. — La risa desagradable y falsa de Gavin sonó por toda la sala.

— Sí... — Soltó, estaba empezando a cabrearte.

— ¿Por qué no le das el beneficio de la duda, Reed? — Hablaste, no sabías ni cómo habías conseguido preguntarle tan tranquilamente sin levantarte a partirle la nariz.

Inestabilidad ⨾ ConnorWhere stories live. Discover now