I; Carlos Ortiz.

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5 de noviembre, 2038

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5 de noviembre, 2038. Barrio pobre del distrito de Detroit. 22:46 p.m.

Te dirigías con tu patrulla hacia una nueva escena del crimen, sola.

Hank te había vuelto a dejar sola. Se pasaba los últimos días en el bar de Jimmy. Y con «últimos días» me refiero a «los últimos tres años». Desde la muerte de Cole no volvió a ser el mismo policía, ni la misma persona.

Intentabas con todas tus fuerzas que tu compañero fuera contigo durante vuestros casos, pero aparecía cuando quería. Porque tu tío era así. Ahora, por lo menos.

Te habían avisado de que habían identificado un cuerpo en una casa de un barrio pobre de Detroit. Joder, como odiabas tener que ir sola, sin tu tío, tu compañero. Hank podía ser difícil y terco, pero lo querías como al padre que perdiste. Y sabías que actualmente era el mejor policía de Detroit, o lo era antes de lo de Cole.

Nada más llegar un grupo de periodistas te abordó, al ver que eras una de las policías que se iba a encargar de aquel caso.

Te llovían preguntas a gritos, agobiándote de sobremanera. No era la primera vez que la prensa metía las narices en un caso criminal implicado con androides.

Eran como una puta secta de insensibles.

Te abrías paso entre la multitud de micrófonos y gente que por ahí rondaba, mientras te disculpabas levemente. Pero no, no eran ni el momento ni el lugar para hacer preguntas.

— Subteniente Enith Anserson. — Salió de tu voz, dirigido al agente novato que se encargaba de que nadie no permitido se acercara a la zona del crimen.

El chico asintió con la cabeza, permitiéndote el paso.

— Enith. — Sonrió Chris. — Te hemos dado el placer de no haber investigado nada aún. ¿Qué te parece? ¿Abrimos esa puerta?

— Sois de lo más comprensivos. — Dijiste, con cierto tono de desagrado. — Vamos.

Tras varios minutos intentando abrir la puerta de vieja y desgastada madera, lograsteis acceder al interior de la vivienda. Otro gran error. Llevabas unos meses de casos intensos, pero este se llevaba la palma. Después del caso de la niña rehén, por supuesto.

— ¡Por Dios! ¡Qué olor! — Se quejó un agente de mayor rango.

El fuerte olor a descomposición y putrefacción llegó a vuestras fosas nasales. Las ventanas estaban trancadas, al igual que la puerta principal. Y eso no ayudó en absoluto con el hedor que un cadáver desprendía por sí sólo, sin necesidad de estar encerrado.

Solo unos escasos minutos bastaron para que notaras la urgente necesidad de largarte de ahí más rápido que nunca.

— Iré a interrogar a los vecinos. Seguro que sacamos algo. — Dijiste, reteniendo con todas las fuerzas que podías para no vomitar ahí mismo, en la escena del crimen.

Inestabilidad ⨾ ConnorWhere stories live. Discover now