2: Pequeña escorpión

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DIEZ CICLOS LUNARES DESPUÉS 

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DIEZ CICLOS LUNARES DESPUÉS 

Baham,
desierto de Áragog

Para formar una heroína es más necesaria la inconformidad que la pasión.

El día que nació la princesa escorpión, la primera hija del sagrado matrimonio de los reyes de Áragog, no hubo festejos. No hubo torneos. No hubo banquetes. Cada vez que una niña quería hacer sentir terrible a Shaula, se lo recordaba, haciendo énfasis en los rumores de las semanas de celebración que acarreó el nacimiento de sus hermanos, incluso el menor, el que al igual que ella no tendría derecho a nada.

Es el motivo por el que parecía tan amargada esa tarde en medio de sus lecciones, su pierna moviéndose de forma compulsiva debajo del escritorio.

La preparadora que asignaron para su adoctrinamiento puso una mano sobre su rodilla deteniendo el golpeteo. Con una mirada de desaprobación examinó el rostro de Shaula y acabó por lanzarle un latigazo en la frente con la varilla entre sus manos.

—Corrija el ceño, princesa —regañó la mujer.

—Sí, lady Mera.

Shaula aborrecía ese detalle de su papel en la sociedad, el hervir por dentro y tener que contenerse de forma en que su rostro solo expresara lo que se esperaba de ella. Tal vez si hubiese crecido en la corte tendría otra sensación, ya estaría familiarizada con otras personas en su posición; pero no lo sentía así habiendo pasado toda su vida en Baham rodeada de niños tan libremente expresivos.

Shaula no tenía amigas. Las niñas de Baham le desagradaban, no las comprendía. Y además las envidiaba.

Sí tenía hermanos, Sargas y Antares, y pese a la falsa enemistad que creaban los rumores, ella contaba los ciclos que faltaban para conocerlos. Tal vez con ellos sí la dejarían jugar. Pero estaba atrapada en el desierto de Áragog hasta que tuviera la edad suficiente para empezar a cubrirse la boca. Por el momento era muy pequeña para eso. 

Un golpe seco atronó sobre la madera, el peso de una nueva tanda de tomos pesados. Estaba estudiando las grandes casas nobles de Áragog, sus lords, sus tierras, sus ocupaciones y posesiones, sus juramentos a la corona y árboles genealógicos, incluso la historia de sus rencillas, alianzas, conflictos actuales y apuestas sobre su futuro.

No se quejaba del conocimiento, su madre siempre enfatizaba lo privilegiada que era al respecto. A Shaula no le preocupaba, era una niña muy curiosa, preguntona aunque ya no tan parlanchina, y ávida del saber. Pero era esa misma avidez la que la mantenía inquieta mirando a través de la ventana, incapaz de concentrarse, mientras las demás niñas podían jugar a cazar serpientes en la arena.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora