8: Mucho has vivido

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Áragog era el reino de las constelaciones; Ara, la capital del cielo cósmico

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Áragog era el reino de las constelaciones; Ara, la capital del cielo cósmico. Un sol blanco por la mañana y una vorágine de estrellas y polvo violáceo, azul y un blanco escarchado por la noche. El cielo más majestuoso, y también el más despiadado.

El frío de la noche en la capital era asesino, ningún hombre lo resistía por más de unas horas salvo que bebiera los cristales provenientes de las minas de Cráter. Y ese detalle era un secreto, uno de los mejores guardados por el estatuto real. Ningún hombre tenía permitido revelar a una mujer la existencia de esos cristales.

El motivo mutaba entre la fe, la doctrina y la mitología. Cuestionarlo y escoger una versión para creer era irrelevante: la ley era clara. Todo hombre que alguna vez compra dichos cristales, entra a un censo minucioso y firma un acuerdo de confidencialidad gravemente penado de ser roto.

Y aún así, Lesath le habló a Sawla de los cristales, ese místico e irrepetible mineral de Cráter que la mantendría con vida si decidía salir por la noche.

No se culpaba por ello, no era el primer crimen que cometía inspirado —y hasta instado— por ella. Y además fue antes, cuando la jovialidad de la juventud y la anestesia de tan fuerte enamoramiento todavía eran mortales en su toma de decisiones.

No se preocupaba. Sawla era una mujer astuta, tal vez... No, tal vez no: sin duda, sí: sin duda demasiado astuta. No se dejaría ver paseando por las calles nocturnas a menos que fuera a carruaje. No haría nada que delatara a Lesath. No porque lo importaran las terribles consecuencias para él, sino como podían repercutir en ella.

Así que el nerviosismo del rey esa madrugada no tenía nada que ver con los malditos cristales y su maldito desliz al revelarle su existencia a su esposa.

No. Estaba estresado, con una mesa enorme atravesada en su dormitorio porque era así de comprometido, persistente e insoportable con el deber. Y si no resolvía algo en el consejo, lo asumía como un problema personal y lo discutía con el único juicio en el que todavía tenía plena confianza: el suyo.

Si pudiera pedir un deseo a las estrellas en ese momento, pediría adelantar un par de años en la instrucción de Shaula y Antares de forma que ambos tuvieran el conocimiento requerido para ser partícipes de esos debates. Entonces no lo pensaría, los haría llamar interrumpiendo su sueño para que aportaran sus perspectivas a su problema. Sin importar los papeles que sus hijos jugaban en la monarquía opacados por el bastardo, Lesath confiaba en el potencial de sus escorpiones, aunque todavía no entendieran del todo su veneno.

Un guardia irrumpió en su habitación y anunció el regreso de la reina Sawla. Antares seguía en su gira, pero Lesath estaba informado de que Sawla había tenido que regresar al castillo hacía al menos dos noches.

No importaba, no demostró más que alivio en su rostro al ver a su esposa cruzar la puerta.

Dejó en el olvido lo que estaba haciendo, se alejó de aquella mesa y caminó hasta recibir a Sawla Nashira.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora