30: Yo soy Shaula Scorp

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Shaula desmontó su caballo dentro de la aldea de Ceto, donde los nobles se habían agrupado para relajarse dentro de las tabernas

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Shaula desmontó su caballo dentro de la aldea de Ceto, donde los nobles se habían agrupado para relajarse dentro de las tabernas.

El rey era el único que parecía inmune al llamado de dichos placeres, escogiendo para relajarse un restaurante dónde comer algo caliente por sobre aquellos que solo ofrecen alcohol.

Ansiando algo de privacidad, el rey permitió a sus vendidas esa tarde libre junto a las doncellas de su hija.

Shaula llegó atraída por el aroma del estofado, sus tripas protestando por lo mucho que habían sido privadas de una comida real en tanto tiempo.

Se sentó erguida, y llevó la mano a su vientre, como comprobando su delgadez. Era tan plano como había sido en su mejor momento, tal vez más, ¿no podía permitirse un bocado sólido, aunque sea por una tarde?

La preparadora no estaba cerca, tal vez estaría rondando a Jabbah y las demás. Era su única oportunidad para un gusto como ese, aprovechando la inmunidad que le confería estar cerca de su padre el rey.

Aceptó el plato que le sirvieron. Hervía, tan cargado de olor que las primeras oleadas de este arremetieron con violencia contra la princesa. Rápido, a su garganta escaló el reflejo del vómito, y con solo mirar el plato frente a ella comprendió una verdad abrumadora: el castigo de lady Briane ya había adoctrinado su estómago; acostumbrado a comer en vagas cantidades, no aceptaría algo tan fuerte de buenas a primeras.

—¿Qué ocurre? —exigió saber Lesath.

Ella dibujó una sonrisa e intentó tranquilizarle, pero estaba pálida.

—Shaula, ¿qué te sucede?

—Es que mi ciclo...

—¿Cuánto dura tu ciclo, Shaula Scorp? Llevas semanas con esa excusa.

—¿Cómo sabes que...?

—Soy el rey de Áragog, ¿tú cómo crees que me he enterado?

Shaula tragó en seco, no por lo que su padre había revelado saber, sino por todo aquello que no decía, y seguro conocía.

—Si llevas tanto tiempo sangrando, deberíamos buscar a un médico que pueda atenderte de inmediato.

—No, no se trata de eso. —Shaula se apresuró a aclarar, pues sabía que si un médico la atendía, podía advertir la realidad de su situación.

Era una oportunidad, desde luego, pero temía. En una situación como la suya, había mucho para temer. ¿Qué sucedería si no le creían? ¿Y si la preparadora alegaba que por voluntad propia Shaula había adquirido un trastorno alimenticio? La preparadora estaba puesta por Ara, bendecida por la corona y, todavía peor, por la Iglesia; llamarla mentirosa sin pruebas era como declarar la guerra, o solicitar un castigo severo a toda voz.

Su padre la miraba, aguardando, pero demandante. Esperaba una respuesta mientras sus dedos jugueteaban contra la mesa.

Ella iba a odiar mucho lo que estaba por hacer. El fin era el adecuado, el camino más inteligente, pero el medio suponía exonerar a la preparadora de por vida, al menos con respecto a ese asunto.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora