26: El hijo pródigo

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Un hombre, representado por el emblema de las espadas cruzadas de la guardia real, conducía a Orión Enif por primera vez en su vida al interior del palacio

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Un hombre, representado por el emblema de las espadas cruzadas de la guardia real, conducía a Orión Enif por primera vez en su vida al interior del palacio.

Áragog era su hogar, como fue de su madre y era de su padre, el reino en el que nació y vivía, y aún así nunca se imaginó más cerca del castillo que de los muros que lo protegían.

Aunque eso era falso, de imaginar, en ocasiones se había imaginado en el castillo; sirviendo para la protección de la familia real y dispuesto para salir en defensa del pueblo siempre que hiciera falta. Sin embargo, e incluso siendo el medio hermano del futuro rey, jamás se había visto convencido por la posibilidad de que sus fantasías se tornaran una realidad.

Como ese día, cuando su medio hermano, Sargas Scorp, ordenó que fuera llevado a su presencia.

Sabía del castigo de Sargas. El príncipe heredero tenía suficientes contactos como para escapar —aunque con poca frecuencia— y camuflarse entre los mendigos para cazar junto a Orión.

Así que el hijo del joyero ya estaba advertido sobre el confinamiento del heredero, pese a no conocer el motivo de este.

Sabía lo que el reino —incluido el padre que compartían Orión y Sargas— decían: que Lesath ocultaba al heredero por la protección de su identidad. Mas la verdad resultaba obvia para quienes compartían el secreto de Sargas: el rey no podía permitir que nadie viera al heredero, pues era el primer hombre, en una larga línea de ascendencia entre los Scorps, que nacía sin sus cabellos de plata y ojos de oro.

Él sabía que Sargas estaba oculto en alguna parte del enigmático castillo, y que ahora cumplía una especie de condena indefinida por un pecado que no se molestó en confesarle a Orión, lo que no se esperaba era que tuvieran que bajar tanto, por tantos túneles y escaleras, para llegar a ese punto.

El hombre de la guardia real condujo a Orión por una puerta que daba acceso a un pasillo oscuro y cavernoso, apenas iluminado por la penumbra azulada que se colaba desde la entrada.

—Esto parece el comienzo de una historieta de terror —murmuró Orión en tono humorístico.

Al mirar más allá, solo vio piedra y negrura, lo que le provocó un escalofrío.

—Y esta es la parte donde le grito al protagonista: «no entres ahí».

Orión se volvió en busca de algún gesto en el guardia que sirviera de aprobación a su chiste, pero solo se encontró con un semblante tan frío como el camino que les esperaba.

—Alguien no fornicó hoy, al parecer.

Al avanzar por aquel ducto de paredes de piedra, Orión sintió el alivio de comprobar que cada cierto tramo había una antorcha de fuego blanco; por desgracia, aquel alivio era proporcional a lo escaso del efecto de aquel fuego, que apenas rozaba las sombras, mas no las ahuyentaba.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora