47: Por las nalgas de Canis

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(Son hermosaaas, ¿verdad?)

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(Son hermosaaas, ¿verdad?)

~☆♡☆~

En un lago sin agua y un cielo congelado, hielo llovía y cisnes danzaban.

Imposible de ver hasta creer, era el mejor día para ser el último en Deneb.

Había una niña, grácil como una princesa, enérgica como un guerrero, que giraba sobre zapatos con hojillas, pies en punta y un traje hecho de mariposas azules. Todo un principado la observaba, toda una orquesta de violines tocaba solo para ella.

Freya Cygnus había dicho ser una aficionada de la danza sobre hielo, y aunque Shaula desconocía los tecnicismos al respecto, no le creía su modestia. La princesa de siete años se movía cual cosmo bendito por las estrellas.

Shaula tenía a su lado a una mujer inolvidable, que poco encajaba en nada, y por consiguiente resaltaba en todo. Solo podía mirarla de reojo, temiendo ser descubierta en su admiración.

El frío le sonrosaba las mejillas, como chispeando en ellas pecas de sangre; y asimismo resecaba sus labios. Shaula se imaginó humedeciéndolos...

Y parpadeó, volviendo su concentración a la bailarina.

Sir Volant había dejado de fastidiarla, estaba en su lado de la corte, junto a lady Indus Sagitar y el alto lord Kaus.

Su padre había exagerado la situación con el principado de Hydra. Los lores del suroeste parecían capaces de superar y mantener la compostura. Incluso lady Indus le había regalado a Shaula su perfume personal y favorito, porque era el que Isamar prefería.

Última noche en Deneb, y el cielo se transformó en un velo en el que acuarela verde y violeta fue derramada, ambas con una fluorescencia sobrenatural. Esa estela de colores se movía de un lado a otro del firmamento, como resplandecientes anguilas bajo el agua.

Una manifestación de la belleza de lo infinito y lo incomprendido, que parecía formar, por momentos, la silueta de una serpiente alada.

—Aurora boreal —comentó Altair—. Creí que era un mito.

—Es como si el cielo aplaudiera a la princesita Cygnus —añadió Jabbah con sus ojos chispeantes.

—O como si nos despidiera —sugirió Shaula.

—O, simplemente, existiera, ajeno a nosotros, que nada somos.

Todos se giraron a ver a Isamar con cara de decepción y aburrimiento, pues había arruinado manchado de realismo la fantasía que todas juntas vivían.

Excepto Shaula. A ella no podía importarle menos lo que Isamar arruinara, si era el precio por escuchar su voz.

Últimamente no tenían oportunidad de verse ni siquiera en grupo, mucho menos a solas.

—Qué deprimente te has puesto, hermana.

—Lo deprimente es aburrido —corrigió Shaula—. Su hermana lo es, es frustrante.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora