31: Maldita lengua

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Llegaron a Deneb con un carruaje menos, pues dispusieron de este para llevar de regreso a los niños huérfanos con las vendidas, algunos guardias y la preparadora

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Llegaron a Deneb con un carruaje menos, pues dispusieron de este para llevar de regreso a los niños huérfanos con las vendidas, algunos guardias y la preparadora.

Al fin, Shaula tendría unas vacaciones de su zorridad: lady Hija de Canis Briane, como llamaba para sus adentros.

Shaula en serio esperaba que, si Ara leía los pensamientos, perdonara los suyos dadas las circunstancias.

A quienes mantuvieron a su lado fue a las doncellas, pues esta era una gran oportunidad para las tres de mostrarse en sociedad, exhibir sus encantos y tal vez captar la atención de un noble dispuesto a cortejarlas.

Para lo que no estaban preparadas ninguna de ellas, en especial la princesa escorpión que tanto de su vida había pasado entre fuego y brasas, era el frío.

Shaula empezó a pensar en Ara como un desierto en cuando las primeras oleadas del viento norteño caló en sus huesos.

Tuvo que decir adiós a la cultura de Baham en lo que respecta a la vestimenta, vistiendo por primera vez los ostentosos vestidos de piel, cuero, vellos y pedrería que el gran sastre real había confeccionado únicamente para ese viaje.

Sus damas tuvieron que vestirla dentro del mismo carruaje, aprovechando el lujo de este, que contaba con compartimentos cual camarote en navío. La pieza del día era un enterizo blanco de cuello alto; en el área donde iría el escote, llevaba pedrería para aportar lujo, elegancia y distinción. Encima, iba una especie de chaqueta larga del mismo tono y tela, era lo que daba ese efecto de falda. Con apliques de perlas en las solapas del pecho y las mangas; y un cinturón de oro, diamante y plata que cerraba el conjunto con los colores reales: blanco, platino y dorado.

Isamar tenía su mano entre las suyas, delicada pese a sus propias emociones, mientras deslizaba el anillo de una serpiente en el dedo enguantado de la princesa.

La doncella la miró, y parecía muy inconforme con su posición: odiándola en silencio, sirviéndole en público.

Por primera vez, Shaula sintió empatía por una de sus damas. Se imaginó en su lugar, y sufrió con la perspectiva de tener que servir a quien no quieres ni saludar.

Shaula mordió su labio mientras lady Altair colocaba el prendedor de la capa —con el símbolo del escorpión coronado— en la parte frontal de su cuello.

Isamar entonces seguía con la otra mano, colocando el guante de cuero blanco con una expresión en su rostro que era una huelga en sí misma.

Shaula quería decir algo, lo que fuera. Tal vez una disculpa, o mejor una orden; pero nada salió. Solo pudo seguir mirando a Isamar, que vestía de negro, gris y borgoña; la única oscuridad entre tanta pureza.

La princesa podía asumir el puesto de una soberana y manejar una situación que involucrara lords poderosos de frágiles egos, custodios de dudosa lealtad y plebeyos en situaciones precarias; pero a la hora de lidiar con una insignificante doncella, flaqueaba su astucia, menguaba su seguridad, tembaleaba su orgullo. Con Isamar, Shaula era una simple y basta humana.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora