7: El príncipe dorado

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Antares Scorp

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Antares Scorp

Cetus,
zona rural del reino

Antares era el menor de los escorpiones, y también el único con presencia en la corte desde su nacimiento.

A veces le costaba asumir que no era hijo único. Su hermana mayor creció lejos del castillo, jamás había visto de ella ni un bosquejo. Y al del medio —el supuesto heredero— muy pocas veces se lo cruzaba.

Sargas vivía en una custodia constante. Tenía libertad de movimiento, pero no en su identidad. Podía pasearse por todas las calles del reino si así le placía, pero sin revelar quién era. Y por supuesto, nadie jamás lo había reconocido.

Ni Antares lo habría reconocido si no se lo hubiesen presentado como su hermano.

No se llevaban bien, lo cual era de esperarse. De Sargas había muchos rumores dado su anonimato, y de Antares solo alabanzas. Al heredero no le gustaba eso, y a Antares no le gustaba dejar de presumir.

Tal vez por ello no les permitían encontrarse sin sus padres como intermediarios. Tal vez temían que se matasen mutuamente.

Antares había oído de la llegada de su hermana a la capital, pero el evento coincidió justo con la partida del príncipe a iniciar la gira por el reino en representación de la corona.

Solo había tenido tiempo para esperar a su madre antes de partir, pues su padre insistió en ello.

A su hermana la conocería luego.

En su gira tuvo una reunión con la prensa de Ara, un discurso en un baile benéfico de Hydra y un exhaustivo recaudo de donaciones a lo largo de cada rincón del reino que pisó.

Recién llegaba a Cetus, la zona más rural del reino, donde la clase obrera abunda, donde la nobleza y la baja alcurnia son fácilmente confundibles, donde las niñas destinadas a ser vendidas van a las peores casas de preparación, crecen en las condiciones más precarias hasta sus dieciocho años cuando son lanzadas a los mercados de menor prestigio.

Por ley, en todas partes de Áragog cualquier matrimonio de clase alta del que se genere más de una hija como descendencia, tiene la obligación de destinar una de estas niñas a casarse con un hombre de baja alcurnia para aliviar la gran demanda de esposas. Así, la mujer noble pierde su estatus al igualar el de su marido, y cualquier hija nacida de esa nueva unión será comprada por alguna casa de preparación y a sus dieciocho años ofertada en un mercado.

Antares sabía que, como rostro de la monarquía, como figura ejemplar de lo que la corona representa, se esperaba de él que cumpliera las tradiciones y leyes que los primeros escorpiones instauraron hacía milenios.

Pronto Antares tendría que comprar su primera vendida.

Y las mujeres lo sabían también.

Eso significaba que cada nueva casa de vendidas que pisaba el escorpión dorado, estallaba en la ilusión que creaba la posibilidad de ser comprada por el príncipe; ese del que tantos mitos se expandían, ese que había heredado la belleza de los primeros escorpiones. Un hombre de largo cabello de plata y sonrisa perlada, de ojos fundidos en oro, mejillas hundidas y pómulos filosos.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora