17: Herida de vara

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Sofocada salió del entrenamiento, pero tan satisfecha consigo misma que la sonrisa no le entraba en el rostro

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Sofocada salió del entrenamiento, pero tan satisfecha consigo misma que la sonrisa no le entraba en el rostro. Para ser un entrenamiento de familiarización, algo sutil y sin mucho avance, era grato volver a esa parte de su vida que la hacía sentir plena, capaz y en completo dominio de sí misma.

Los días grises fueron los que siguieron a ese. La inactividad, el silencio, las mismas caras y los mismos diálogos una y otra vez. Sus damas hacían todo por ella, creando un regusto de inutilidad en su piel.

Ya no tenía el consejo. Ya no tenía a sus hermanos para aprender de ellos. Ya no tenía a su madre para discutir al menos, ni a su padre, pues había decidido no hablarle.

Solo le quedaba esperar, un día tras otro, hasta que llegase la próxima sesión para entrenarse con los profesionales.

Ese era otro detalle agradable, saber que ya no tenía que encontrarse con los gemelos Circinus.

Al menos se salvaba de los festejos y demás eventos sociales por la excusa del luto.

Antes de que la preparadora le encontrara algo desagradable que hacer, Shaula decidió salir ese día a dar un paseo absurdo por los pasillos del castillo.

No haría gran diferencia en su día, pero caminar a veces ayudaba a aminorar las revoluciones de su desbocado corazón, que siempre parecía esperar más de lo que cualquier circunstancia estaba dispuesta a entregarle.

Iría sola, pues su guardia personal —al que puso por nombre Sir Lencio— accedería sin reproche a cubrirla y hasta seguirla con la distancia justa para darle privacidad, solo en caso de que se encontrara en peligro.

Y así hizo. Estaba tranquila en su paseo, pensando en la audacia que exhumaba el dorado en sus ropajes a pesar de que por dentro seguía vestida de negro, y no por elección.

No sabía cómo quitarse el luto del alma, por ello la silenciaba, y prefería fingir inmunidad con los colores de su vestimenta.

Pensaba en ello, y en nada, cuando la mano del rey y padre de los gemelos Circinus —lord Zeta Circinus— la alcanzó por el pasillo.

—Disculpa, niña...

—Me halaga, mi lord —interrumpió Shaula con diplomacia—, pero con que me llame alteza estará bien.

A la mano no pareció hacerle gracia la hipocresía de aquel comentario. Y de todos modos, renovó su ánimo con una sonrisa fingida y colocó su palma abierta en la espalda baja de Shaula, empujando ligeramente para instarla a continuar su paseo.

Sin invitación. Sin preguntas. Y sin un chaperón.

Era como mínimo una falta de respeto a Shaula como mujer y como princesa, y ponía en juicio su reputación, si no tuviera a Sir Lencio presenciando la escena muy al fondo.

—Supe que conociste a mi hijo, Leo.

Shaula detuvo su siguiente paso por el impacto del comentario. Apenas recuperó la marcha al sentir cómo lord Zeta empujaba leve para que continuara.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora